Visitando el monumento a Franklin Delano Roosevelt, me encontré con esta profunda reflexión que hace honor a la talla de este gran estadista norteamericano, quien, con sabiduría, expresó una gran verdad: ninguna sociedad puede darse el lujo de devastar voluntaria o involuntariamente su recurso más importante: su capital humano. Se trata de una prodigalidad que país alguno puede ensayar sin correr el riesgo de asumir consecuencias impredecibles para el presente y futuro de la sociedad.
Si reflexionamos ante su oportuna advertencia, se hace claro que siendo un problema para la primera potencia del mundo, que en ese entonces atravesaba circunstancias difíciles, lo es, en grado superlativo, para países como Panamá, con desafíos y oportunidades propias de casi cien años de vida republicana. Por ello, consideramos oportuno reiterar la relevancia del círculo virtuoso que debe constituir la educación, el empleo y el desarrollo. Así, la educación es una de las herramientas más eficaces para combatir la desigual distribución de la riqueza, la extrema pobreza y democratizar el acceso al ingreso, dotando al individuo de la capacidad para insertarse en el desarrollo integral del país. Es una fórmula comprobada para trocar a los testigos pasivos del acontecer patrio en los verdaderos protagonistas de la transformación social. En ese sentido, es importante resaltar que las diversas iniciativas en el tema educativo y los resultados del Diálogo por la Transformación de la Educación son alentadores, mas el gran desafío está en su implementación.
Los panameños debemos tener claro que seremos un país con ciudadanos que alcanzan su autorrealización en beneficio propio y en bien colectivo, cuando se jerarquice a la Educación a través de políticas de Estado que hagan realidad una sociedad más justa, más rica y más democrática.
El presidente Roosevelt advirtió el desánimo generalizado que produce el desempleo y cómo este fenómeno se convierte en una espada de Damocles para el orden social. Sin lugar a dudas, evaluó, en su momento, el costo de oportunidad de tener un recurso humano ocioso, al no poderse incorporar al mercado laboral. Así, una sociedad con una gran masa de desempleados que al no obtener un trabajo, lo asocian a un fracaso en lo personal, es un ejemplo vivo de un costo de oportunidad que pagamos colectivamente puesto que se convierte, en la práctica, en cadenas que condicionan y frenan el propio desarrollo del país y en un trauma social que debe ser tratado con firmeza y compromiso por parte de actores políticos y sociales.
Debemos advertir que diversos gobiernos han emprendido acciones a fin de encarar esta problemática social, que resultan paliativos mas no soluciones a mediano y largo plazo. En particular, el Gobierno nacional, a través de propuestas novedosas como los programas del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral enfocados a la capacitación y orientados a la demanda son aportes significativos, mas no suficientes en una situación que requiere acciones sociales conjuntas de alto impacto.
Cómo siempre, el gran desafío es qué hacer. Recomendamos la elaboración de una política de Estado para la creación de empleo que incluya los tres elementos del círculo virtuoso antes mencionados: educación, empleo y desarrollo. Esta política debe ser intersectorial y multidimensional, tomando en cuenta algunos elementos fundamentales como lo son el acceso a información actualizada sobre la oferta y la demanda laboral, al alcance del público; la implementación de sistemas de evaluación y aplicación de correctivos al impacto del elemento estructural en la tasa de desempleo en aras de acercar los perfiles del recurso humano a los requerimientos sociales; un sistema de certificación de las competencias laborales con estándares internacionales; un sistema educativo con pertinencia y calidad para la formación integral de los panameños, particularmente en la educación básica y en la capacitación y aprendizaje permanente; la implementación de programas que fomenten la empleabilidad de los grupos sociales más vulnerables, v.g., las mujeres pobres, los discapacitados, los desempleados y los grupos indígenas; un enfoque que tome en cuenta las áreas de oportunidad de desarrollo del país, enmarcados en una estrategia de desarrollo integral para Panamá; y un entorno estable y favorable para las inversiones con reglas claras del juego, institucionalidad, seguridad jurídica, un sistema judicial eficiente e imparcial, modernización de la gestión pública y una sana política fiscal. Asimismo, la promoción de la actitud emprendedora y el desarrollo empresarial, en un entorno competitivo, particularmente de la micro, pequeña y mediana empresa, la cual es, por excelencia, la gran empleadora, así como la facilitación en la creación y permanencia de las empresas del ciudadano común, inclusive en su financiamiento e incentivos fiscales, son esenciales para disminuir la tasa de desempleo, subempleo y la informalidad en el país. La Autoridad de la Pequeña y Mediana Empresa (ANPYME) es una excelente iniciativa que conjuntamente con los diversos actores que promueven el empresarialismo como FUNDES, Mi Banco, entre otros, deben coadyuvar a este fin.
Inspirados en las palabras del presidente Roosevelt, demos su justo valor al capital más importante de nuestro país: sus 2.8 millones de habitantes. La capacidad de todos los panameños de tener la oportunidad de crear valor agregado como empresarios o a través de un empleo son activos estratégicos que con responsabilidad y compromiso social debemos transformar de una potencial oportunidad a una real fortaleza en aras de hacer realidad el desarrollo integral de la sociedad panameña, brindándole oportunidad de futuro y autorrealización a tantos panameños que con esperanza, sueñan con contribuir a construir el país que soñamos.
La autora es abogada y empresaria