En Panamá hay un claro consenso: la educación no anda bien. Pero el verdadero reto no parece ser el qué, sino el cómo. Las soluciones deben partir de un diagnóstico claro y objetivo que sea reconocido por todas las partes, y las soluciones deben ser aceptadas por consenso mínimo. Por eso es importante analizar algunas características del problema y de las políticas que podrían aliviarlo.
Entre los proyectos importantes en la gestión del Ministerio de Educación está el de mejora de la calidad que busca: mejores programas de educación no formal inicial, básica (grados 1 a 9) y secundaria (grados 10 a 12); cobertura y eficiencia interna de la educación inicial y básica, y planificación estratégica y el desempeño de las instituciones del Ministerio de Educación en los planos central, regional y local.
En el mes de mayo, docentes de la educación básica general y de educación media participaron de la Jornada Taller de Transformación Curricular para la actualización y la transformación de cada área como parte del proceso de mejora de la calidad.
El BID otorgó un préstamo de $30 millones a Panamá para “mejorar el acceso y la calidad de la educación” en las comarcas indígenas, que beneficiará a más de 24 mil alumnos. Consiste en la ampliación, rehabilitación y mantenimiento de 108 aulas de diferentes niveles educativos en las comarcas, construcción de dormitorios para alumnos y profesores, y reestructuración del sistema educativo en esas áreas de difícil acceso.
Otros proyectos de importancia implican la transformación curricular, el sistema trimestral y el programa de educación financiera, un bachillerato en temas marítimos en colegios de Panamá y el interior. Se trabajan ofertas relacionadas con tecnología, sistemas, sector portuario, electrónica, ingeniería en telecomunicaciones, comercio internacional, de acuerdo a la dinámica del mercado laboral, y se espera impulsar, en un período entre 5 y 10 años, a profesionales graduados de estas carreras.
Un indicador de la cobertura educativa es el porcentaje de la población que recibe servicios escolares. En el caso de la educación básica en Panamá este es de 98%, tasa comparable con otros países. Pero hay disparidades a nivel de algunos distritos, por ejemplo, en Chiriquí Grande, cuyo índice es de 78.3% y en Sambú, 81%. Una comparación entre educación privada y pública arroja luces sobre otro problema. La tasa de reprobación en el sector oficial, en 2004, fue de 9.4% y en el privado de 0.7%; mientras que la tasa de deserción fue de 2.6% en la oficial y de 0.2% en la particular. Precisamente, una barrera para que los pobres dejen de acudir a la escuela en Panamá son los elevados costos asociados a esta actividad, gasto en ropa, calzado, transporte, libros y útiles. Esta barrera disminuye la matrícula y aumenta la deserción.
Se estima que los hogares panameños, en promedio, gastan el 6.2% de su presupuesto en educación. El costo promedio de asistir a la escuela es aproximadamente de $110.00 por estudiante a nivel primario y $253.00 a nivel secundario. El programa de Beca Universal corrige parcialmente esta falla, aunado a los planes de nutrición escolar que reducen la deserción.
El mejoramiento de la educación pública requiere que se cumplan dos principios básicos: el gasto debe ser eficiente, es decir, menos recursos deben generar más y mejor educación, y el gasto debe ser eficaz, lo que supone incluir a los menos favorecidos. Finlandia, uno de los países más competitivos del mundo, debe parte de su éxito a la transformación que se inició en la década de 1970, cuando prevalecía una alta disparidad entre las escuelas públicas y privadas. El nuevo sistema planteó una educación gratuita y obligatoria desde los siete años, que incluía subsidios para la matrícula, comida, libros y transporte. Hoy presenta una tasa baja de repetición (99.9% de los estudiantes terminan la enseñanza básica), a pesar de que el país solo asigna el 14% del presupuesto a la educación.
También es clave la selección y formación de profesores, porque se recluta a los alumnos más sobresalientes y se les prepara como docentes y, una vez graduados, gozan del mismo prestigio y salario que un abogado o un doctor prominente. Obviamente, entre Panamá y Finlandia hay diferencias culturales e institucionales. Sin embargo, el caso ofrece elementos fundamentales como la necesidad de promover una cultura de lectura y profesionalizar la docencia en Panamá. El modelo finlandés plantea una paradoja para quienes sostienen que la educación solo puede mejorar en manos privadas.