Elecciones 2009: rojo, azul, gris y blanco

Las elecciones generales de este año se parecen a la siguiente fábula. Un niño (ciudadano) pide a su madre (Patria), que le traiga su caja de lápices de colores y papel, porque quiere pintar.

Dice: “¡Madre!, “Quiero pintar un amanecer radiante, en tonos naranjas y amarillos”. “Dar retoques de bello celeste a un cielo límpido, en el que vuelen mariposas de mil colores y aves de intenso plumaje carmesí”. “Quiero pintar la tierra color marrón volcánico, y que de ella crezcan árboles frondosos y plantas de todos los tonos posibles de verde”. “También quiero en verde, verde esmeralda, el serpenteante contorno de las aguas, semejando una gran masa de esperanza”. “Me hace ilusión pintar calles de oro y plata y casas con techos color ladrillo”. “Pintaré vaquitas con manchas negras, perritos pardos y gatos moteados”. “Y voy a poner rostros de gente color canela, color de ébano, color trigal… y con sonrisas, sonrisas tan brillantes como el marfil”.

La madre, entre enternecida y resignada, luego de cavilar la respuesta, le contesta: “¡Qué bello es lo que imaginas!”. “Algún día podrás llenar tu dibujo de tantos colores como quieras”. “Por ahora, trata de contentarte con los lápices que hay en la caja”. “Solo tienes rojo, azul, gris y blanco”. ¡A ver qué se te ocurre pintar con ellos”.

Rojo. Las damas primero. La candidata del PRD tiene un pasado de acciones propias de la izquierda revolucionaria. Inspira en muchos el resquemor de que “el (la) lobo (a) cambia el pelo, pero no las mañas”. En contrapartida, tiene el ímpetu, el coraje y las “agallas” de quien, empezando de muy abajo, puede llegar a convertirse en “mandamás” y eso, aunque debe ser visto, medido y entendido en su justa dimensión, resulta destacable.

Azul. El candidato de la alianza opositora es acusado de déspota, insensible, frío y calculador. En su favor está el haber tenido éxito donde otros han fracasado. Esto también merece ser matizado, pero al margen de las distintas opiniones, ser emprendedor tiene sus méritos.

Gris. “Las nieves del tiempo”, como dice el conocido tango de Gardel. El candidato ex presidente es un hombre ya mayor, con varias dolencias de cuidado y casado con una joven mujer que ejerce más ascendiente sobre él de lo que la prudencia aconseja para un gobernante, cosa que no es una suposición, sino que ya lo hemos vivido. Sin embargo, sigue gozando de una imagen de hombre honesto y sensible al dolor ajeno, que muchos ya quisieran tener.

Blanco. Ciertamente, votar en blanco es una opción. Pero es una postura con graves inconvenientes, entre ellos, dos: los sectores que propugnan por ella son poco representativos en 2009, o bien, de tendencias ideológicas o políticas tan disímiles como extremas. Solo en condiciones históricas muy especiales y estando debidamente organizado, es decir, que no se produzca de forma marginal, cabría considerar el voto en blanco como opción (no recuerdo precedentes internacionales en tal sentido y agradezco a quien los conozca que me ilustre).

¡Así está la cosa! A riesgo de ser tildado de simplista, lo cierto es que en estas elecciones solo hay de esos colores, nos guste o no. Ensalzar los distintos planes de gobierno no tiene sentido, porque hay dos refranes que ilustran con genial ejemplaridad lo que cabe pensar de los mismos: uno es “el papel aguanta todo” y el otro es “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

Enfrascarse en descalificaciones recíprocas y en vociferar los defectos de los candidatos tampoco tiene ninguna utilidad práctica, porque tanto éstos como el pueblo que los ha puesto en carrera, estamos enfermos de pecados colectivos que, tarde o temprano tendremos que expiar: “juega vivo, irresponsabilidad, impuntualidad, pereza mental, incultura, falta de consideración con el prójimo, descaro, falta de recato, irrespeto a los principios rectores del bienestar común, malos ejemplos para niños y adolescentes, atropello a los más débiles, inmerecimiento de las libertades democráticas” y muchos más.

Ante lo expuesto, los ejercicios por ponderar a cualquier candidato y demeritar a los otros resulta un ejercicio baldío. Por eso, hermanos y hermanas de 18 años o más: que cada quien haga peso del lado del balancín que menos malo le parezca. Quién quita que entre todos (incluyendo al que gane), con un poco de creatividad, logremos que la rueda de la Nación avance con menos tropiezos que como está ahora y, de paso, vayamos aumentando el inventario de nuestra caja de lápices de colores para elecciones futuras.


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