Si analizáramos el conglomerado de conciencias sociales y de mentalidades de gran parte de los panameños, deberíamos ser vistos como una nación bananera, tercermundista y colonial, gracias al pensamiento que impera en muchos ciudadanos. Afirmación que se visualiza en las frases predilectas de muchos: "juega vivo", "quítate tú pa’ poneme yo", "la vida se ha hecho pa’ gozá y la plata pa’ gastá", etc. Pero esto es fácil de entender en un país sin modelos de referencia, en donde los gobernantes, roban, se corrompen, pelean, coaccionan y se comportan como una mafia organizada, y en donde los medios de comunicación juegan, casi exclusivamente, un papel a favor de los tres primeros poderes controlados por la oligarquía. ¿Qué esperar entonces de gran parte de los ciudadanos, escasos de formación académica y cultural?
Este estilo histórico capitalista piramidal de gobierno es el mismo que se aplica en los aspectos socioculturales de la población, en donde los estratos bajos aspiran a escalar a un nivel más elevado, sin despojarse de las taras y malas conductas pasadas, porque el comportamiento de arriba (oligarca) es igual, pero más costoso y refinado. ¿Cómo se explica entonces que nuestro país, con un pensamiento de desidia y conformidad ciudadana tan alto, tenga un crecimiento económico del 11%? ¿Cómo es el cuarto mejor país de toda América con mejor proyección globalizadora? ¿Por qué nuestros edificios son tan altos y modernos, y nuestro turismo crece significativamente?
La explicación puede encontrarse en diversas ideologías y razonamientos, pero lo concreto y lógico a nuestra realidad nacional sería entender que hay un crecimiento económico elevadísimo, pero sustentado en la cada vez peor distribución de la riqueza; que el turismo aumenta, pero las zonas turísticas y de esparcimiento para los panameños humildes se limitan; que la globalización va viento en popa, pero como brazo derecho del neoliberalismo que impide poner en práctica políticas sociales frente a sus deficiencias innatas. Y en donde vemos aquellos enormes, lujosos y modernos edificios a costa de una inversión, muchas veces sospechosa e ilícita, que evade mancomunadamente con instituciones estatales las regulaciones y prerrogativas laborales.
Enmascarar estas deficiencias con la manipulación de estadísticas frías que iluminan un seudo–bienestar, cuando el ciudadano común solo palpa un malestar objetivo, es el enfoque rutinario y ya desgastado que nos presentan y venden día con día los gobernantes "casi eternos" de nuestro país. Entendemos luego, mas no aplaudimos, esta forma de pensar y actuar inadecuada de algunos ciudadanos que se incrementará hasta el punto en que seguramente en nueve años, a lo mucho, los focos de violencia y frustración producto de la suma de elementos y políticas improvisadas harán de este uno más de aquellos llamados países ingobernables. Tiempo que en definitiva sería mucho más corto con la inyección económica que percibirán algunos en la nación con los préstamos e inversiones utilizados para la ampliación del Canal; hasta un gobierno de orates y primates nos harían lucir bien un tiempo más. Posterior a este lapso ojalá no veamos a un panameño convencido de morir haciendo lo negativamente necesario para poder sobrevivir, producto de lo que ya demuestra la realidad aguda y concreta por la cual atraviesa nuestro país.