Trece años más tarde y sin la presión de las notas, trato de buscar el porqué de esta mala relación. La más obvia es que las letras eran más sencillas para mí y siempre tuve muy buenas notas en estas materias. Es normal que me agradara lo que se me aviniese más fácil. Pero hay otra razón, más complicada, que tal vez explica por qué no me gustaban las matemáticas: no me las explicaron bien, por lo que nunca las entendí.
No es culpa de mis profesores. Tuve la suerte de contar con personas excepcionales como docentes en mis años escolares. El problema se centraba en el proceso matemático que se dictaba mientras estuve en la escuela, y que lamentablemente no ha cambiando mucho en la actualidad en la mayoría de los planteles, aun cuando hay mejores alternativas para enseñar matemáticas.
Lo que estoy tratando de plasmar es que muchos enseñan las matemáticas incorrectamente. El problema se da cuando se dicta esta materia como un compendio de reglas que se deben memorizar para resolver una serie de problemas que, al parecer, no tienen mucha aplicación en la vida real. Por ejemplo, aprendemos que 2 x 3 > 6; pero, ¿realmente entendemos por qué 2 x 3 es igual a 6? ¿Podemos visualizarlo en nuestras mentes como algo más que una simple fórmula? Y más importante, ¿podemos buscarle aplicaciones en la vida real a esta multiplicación fuera de los problemas matemáticos que debemos resolver en el aula y de tarea?
La expectativa en las mejores escuelas es que los niños no sólo aprendan a memorizar definiciones y procesos matemáticos, sino que entiendan sus conceptos. Esto implica el uso de aplicaciones tipo hands on, experimentales y concretas. Por ejemplo, para enseñar fracciones el maestro traería un pastel, una manzana o similares y lo podría dividir en partes para ilustrar este difícil concepto que muchas veces resulta demasiado abstracto para que los niños lo comprendan. Con solo una vez que los niños capten las fracciones de esta manera concreta, estarían listos para resolver problemas matemáticos ligados a éstas.
Mientras se desarrolla el cambio de mentalidad matemática de lo tradicional a lo moderno (a paso de tortuga en demasiados planteles), ¿pueden hacer algo los padres para apoyar la adquisición de estrategias matemáticas en sus hijos? La respuesta es un rotundo sí:
1- Hágales entender que las matemáticas no son una simple materia en la escuela y que está en todos lados, no sólo en 50 minutos de clase. Sin ellas, se nos dificultaría entender el mundo que nos rodea.
2- No le traspase a sus hijos su odio hacia los números (¡yo estoy lavándome el cerebro desde ahora para evitar esto!). Las matemáticas no son una obligación o un trabajo más; son una necesidad. Sin ellas no podemos dar el vuelto correcto, balancear una chequera, pagar nuestras cuentas, etc.
3- Haga de las matemáticas parte de su día normal y una prioridad igual que incentivar el hábito de la lectura en sus hijos. La idea no es sentarse con sus hijos a hacer problemas matemáticos o memorizar las tablas; es buscar aplicaciones reales en las que usted no tenga que ser el experto ni el maestro matemático.
No pierda de vista que su hijo necesita entender las matemáticas; hoy día las máquinas hacen gran parte de la aritmética básica y el trabajo de las personas es interpretar la información. En la actualidad y previsiblemente en el futuro, a sus hijos no les servirá de mucho la matemática basada en la memoria una vez que estén fuera de la escuela e inmersos en el mundo laboral.
