El paisaje rural panameño se caracteriza principalmente por fincas agropecuarias que se dedican a varios cultivos y a la ganadería extensiva, también en algunas provincias se notan los proyectos de reforestación y, recientemente, los proyectos de agroturismo y residenciales de campo o montaña.
Dentro de ese paisaje encontramos fuentes de agua como ríos (porque ver un ojo de agua es cosa del pasado) que están muy disminuidos en su caudal y, en algunos casos, se han secado o desaparecen en la época seca. Igualmente hay muchas tierras deforestadas en diversos grados de degradación ambiental.
Ante este panorama, es necesario promover un cambio de uso del suelo más cónsono con la conservación de la naturaleza. Para esto, la educación, capacitación y divulgación de alternativas sostenibles principalmente para los propietarios de fincas agropecuarias se hace necesaria, más en estos momentos de crisis climática a nivel local y mundial. Esta realidad exige mayor conocimiento del entorno natural para mitigar y adaptarse en forma adecuada a estos fenómenos.
Este artículo es una propuesta para establecer una escuela rural aplicada (no una escuela convencional), en la que los propietarios de fincas pueden acceder fácilmente a la capacitación e información agroambiental para que los puedan aplicar a sus fincas y, sobre todo, que internalicen el rol del árbol, del bosque, de la conservación del suelo, de los recursos hídricos y de la biodiversidad. Se pueden establecer estas escuelas del conocimiento práctico en áreas prioritarias identificadas con participación del sector público, privado, organizaciones comunitarias campesinas e indígenas; que la propuesta sea consensuada.
Es una tarea grande, pero se puede empezar poco a poco e ir sumando actores clave que apoyen la iniciativa para que se multiplique hasta cubrir todo el país. Los resultados son inmensos y justifican el reto de hacerlo entre todos, ya que cada día hay más gente y menos producción de alimentos.
Es necesario transmitir información ambiental estratégica a estas personas para que exista un canal de comunicación entre las instituciones de gobierno que desarrollan actividades con objetivos de conservación de los recursos naturales, como la Autoridad Nacional del Ambiente y ONG. Por ejemplo, en el área de Azuero, la Anam ha impulsado proyectos de Producción Más Limpia (PML) estableciendo biodigestores en fincas porcinas para evitar la contaminación de las fuentes de agua y a la vez que el productor tenga un beneficio adicional de generar metano para uso doméstico. Esto es solo un ejemplo. Hay muchas otras cosas que se pueden hacer: se habla de turismo rural, de horticultura ecológica, de carne ecológica, iniciativas con las cuales nuestros productores agropecuarios pueden mejorar sus ingresos y a la vez conservar sus propios recursos naturales en sus fincas.
A nivel internacional, muchos países están legislando para prohibir la importación de productos que en su proceso de producción afectan al ambiente. Esto es una realidad y debemos tomarlo en serio. A nivel nacional hay mucha experiencia de instituciones de gobierno, ONG y expertos locales que pueden estructurar esta propuesta y tenemos los recursos financieros para ejecutarla. Otro beneficio de esta escuela es que las nuevas generaciones de estos finqueros valorarán sus fincas y quizás opten por no emigrar a la ciudad al ver la riqueza natural que tienen y el alto rendimiento económico de su actividad, desarrollada con criterios de sostenibilidad ambiental. Los organismos financieros locales (tenemos un centro bancario esperando financiar estas actividades sostenibles) sí, puede ser una utopía, pero creo que tienen el compromiso de ayudar por muchas razones, estableciendo incentivos para los prestatarios que se comprometan a cuidar el ambiente natural de sus fincas.