Hace poco participé en un congreso de ética, derechos humanos y educación, en la Universidad de Panamá. Una de las ponencias trataba sobre el tema de ética y neurociencia. Las investigaciones en materia de neurociencias intentan explicar cómo funciona el cerebro, sobre todo el humano; y han dado un paso prodigioso al descubrir que las distintas áreas del cerebro se han especializado en diversas funciones y que a la vez existe entre ellas un vínculo. Las capacidades de razonar y sentir están ligadas, de modo que los fallos emocionales pueden llevar a comportamientos antisociales a personas que razonan moralmente bien.
Los neurotransmisores son sustancias químicas que se encargan de la transmisión de las señales desde una neurona hasta la siguiente. Mencionaré las funciones que realizan algunos neurotransmisores, y cómo afecta el comportamiento humano.
La norepinefrina (antes llamada noradrenalina) se asocia con la puesta en “alerta máxima” de nuestro sistema nervioso. Es prevalente en el sistema nervioso simpático, e incrementa la tasa cardiaca y la presión sanguínea. Nuestras glándulas adrenales la liberan en el torrente sanguíneo, junto con su pariente la epinefrina.
El estrés tiende a agotar nuestro almacén de adrenalina, mientras que el ejercicio lo incrementa. La dopamina es un neurotransmisor inhibitorio, lo cual significa que cuando encuentra su camino a sus receptores, bloquea la tendencia de esa neurona a disparar. La dopamina está ligada a los mecanismos de recompensa en el cerebro. Las drogas como la cocaína, el opio, la heroína y el alcohol promueven la liberación de dopamina, al igual que lo hace la nicotina.
La enfermedad mental llamada esquizofrenia implica cantidades excesivas de dopamina en los lóbulos frontales. Por otro lado, escasez de dopamina en las áreas motoras del cerebro es responsable de la enfermedad de Parkinson, la cual genera temblores corporales incontrolables.
El Gaba (ácido gamma aminobutírico), otro tipo de neurotransmisor inhibitorio, actúa como un freno de los neurotransmisores excitatorios que llevan a la ansiedad. La gente con poco Gaba sufre trastornos de la ansiedad. Si el Gaba está ausente en algunas partes del cerebro, se produce la epilepsia. Se determinó que la serotonina está relacionada con la emoción y el estado de ánimo. Poca serotonina lleva a la depresión, problemas con el control de la ira, el desorden obsesivo-compulsivo, y el suicidio. La endorfina es el nombre corto de “morfina endógena” (presente en la heroína). Es muy similar a los opioides (opio, morfina, heroína, etc) y tiene funciones similares: está implicada en la reducción del dolor y en el placer.
En todo este andamiaje de estudios científicos concernientes a la neurociencia, es pertinente que exista un apoyo interdisciplinario, y en especial se apela al conocimiento filosófico para que realice su aporte concerniente al comportamiento ético de los individuos. El tema ético presente en las investigaciones de neurociencia es propicio para dilucidar que las tendencias violentas tienen su origen en la estructura del cerebro, y un déficit en ella predispone a conducirse de forma agresiva. Como, por fortuna, no somos esclavos de nuestra biología, sino que la mayor parte de nuestra conducta depende de la interacción con el medio, es posible tomar medidas quirúrgicas y farmacológicas, pero sobre todo educativas. Cuantos más datos tengamos sobre nosotros mismos, mejor orientada irá la educación, que debería ser cuestión prioritaria en cualquier país.
