“Fitna” es un documental que critica la violencia y el terrorismo de los fundamentalistas islámicos. Obsession: Radical Islam War against the West es otro que divulga las declaraciones de antiguos extremistas que confiesan su error y abjuran de él. Ambos están provocando en todo el mundo reacciones virulentas, amenazas y coacción que los fanáticos justifican como justa respuesta a opiniones ofensivas contra los musulmanes. En realidad, es una actitud equivalente a la de quienes acusan de antisemita a cualquiera que osa hacer una crítica a los judíos o al Estado de Israel, por cualquier razón válida o inválida. En ambos casos se trata de coaccionar la libertad de expresión.
Cabe destacar que el documental titulado Obsession, establece con claridad desde sus comienzos: “Este es un filme sobre el terrorismo radical islámico … la mayoría de los musulmanes son personas pacíficas que no apoyan el terror. Este documental no se refiere a ellos. Es un documental sobre una visión extremista del mundo y sobre la amenaza que representa para todos nosotros, musulmanes y no musulmanes por igual”.
Islam es una voz árabe que significa sometimiento: el sometimiento personal a la voluntad de Dios. De ahí se deriva la palabra musulmán, que significa el que se somete a Dios. También se deriva la palabra islamismo, que da su nombre a una ideología que proclama que el Islam no es solo una creencia religiosa sino la base de un sistema político guiado por la sharia o ley islámica. En otras palabras, es una ideología teocrática.
En este contexto, podemos comparar los propósitos del islamismo con los del sionismo. Sion es mencionado más de 150 veces en la biblia hebrea o Tanaj. El sionismo proclama determinados objetivos políticos basados en que, supuestamente, la Biblia da a los judíos un derecho divino a la “tierra prometida” o Eretz Yisra‘el (tierra de Israel). Por eso no es correcto interpretar las críticas que se hagan a los objetivos políticos islámicos o sionistas como una condena a musulmanes o judíos ni, mucho menos, como una incitación al odio antirreligioso. El problema grave consiste en las ambiciones políticas de los extremistas que manipulan la religión para promover su poder por medio de la violencia. Como se trata precisamente de extremismo político, el peligro de quienes lo promueven amenaza a toda la humanidad y ni la ideología ni las distinciones entre las diversas corrientes justifican la violencia, el terrorismo ni la imposición de las ideas. Por tanto, debe denunciarse a quienes promueven y justifican estos medios, por mucha razón que puedan invocar en sus reclamos.
¿Por qué ha de amenazarse de muerte a alguien que opina distinto? ¿Por qué castigar al que disiente? Otras religiones han tenido en el pasado períodos igualmente oscurantistas y terribles. Tales sucesos fueron el resultado del extremismo político disfrazado de celo religioso y justificado por un falso mandato divino.
Hoy día contrasta la reacción de los cristianos ante manifestaciones artísticas que consideran ofensivas o verdaderas herejías o su indignación ante decisiones políticas como permitir el aborto o su inquietud por la campaña antirreligiosa que aprovecha las actividades execrables de algunos sacerdotes o pastores pederastas. No se degüella por ello, ni se queman templos o centros de reunión de los herejes, ni se persigue con saña a los que son considerados infractores de la ley de Dios. Se protesta, se ora, se debate en la palestra pública, pero se evita la violencia y se confía en la justicia. Si queremos evitar una nueva era de feroz oscurantismo tenemos la obligación de combatir con determinación y firmeza la prédica de la violencia o el recurso del terrorismo, venga en nombre de Cristo, Alá o Jehová. La civilización no puede sobrevivir amedrentada por la barbarie de ningún tipo de fanatismo.