Mucha mala información se está divulgando en todo el país sobre la educación nacional y sus actores, por eso, es preciso revaluar y pensar con sensatez algunas de las situaciones que nos atañen para ir construyendo una educación integral, y no maquillarla para quedar bien con los organismos internacionales.
Sabemos que nuestra educación está sumergida en un caos. Por un lado, los gobernantes toman como bandera el mejoramiento de la educación, pero con medidas meramente cosméticas (beca universal, laptops para estudiantes, útiles escolares gratuitos) esto, a la postre, son políticas paternalistas que en nada resuelven el problema en sí.
Las becas deben ser productos para recompensar la excelencia educativa, pero lo que notamos es que con ellas se está promoviendo la cultura del menor esfuerzo, porque con una nota de 3.0 puedes cobrar tu beca.
Por otro lado, está el negociado de las laptops para estudiantes. ¿No sería mejor acondicionar y aumentar las aulas de informática, en vez de regalar laptops a cada estudiante? Con esto, a largo plazo, serán menos los beneficiados, ya que los alumnos salen del sistema educativo y la inversión se pierde; pero si estas computadoras se mantienen en los centros educativos, serían muchos más los beneficiados, y por un tiempo más prolongado.
Además, la baja calidad de los útiles que se entregan a los estudiantes ocasiona su desecho y, con esto la pérdida del dinero de todos. Para nadie es desconocido que los educadores imparten conocimientos y son remunerados por esa labor, aunque se difiere en la cantidad que se recibe por tan importante legado.
Un educador de primera categoría, de condición permanente, cobra 395 dólares por quincena, esto sujeto a los respectivos descuentos de la cuota del Seguro Social, seguro educativo y, en muchos casos, el Plan de Retiro Anticipado Autofinanciable.
La ministra de educación, a vox populi, ha dicho que se ha dado el gran aumento a los educadores en la historia, cuando la realidad es que esos 120 dólares se entregarán de forma escalonada, en tres años (40 dólares por año, menos los descuentos propios, lo que deja una cifra real de entre 24 y 28 dólares).
Además, habría que considerar las circunstancias que rodean a los docentes en los centros educativos, ante la vorágine de la globalización que nos reta a dar el paso hacia un futuro incierto.
Podemos mencionar un sinnúmero de factores que afectan la calidad en el proceso enseñanza–aprendizaje, por ejemplo, talleres desfasados, aulas de clases saturadas, sin las condiciones propias; estudiantes heterogéneos en su conducta, producto de las crisis familiares, etc.
Si bien es cierto que nuestra educación carece de un sinnúmero de condiciones, también es muy cierto que somos el resultado del pasado y de las malas prácticas del presente.
Satanizar al educador panameño no es la solución, más bien es tratar de promover y exigir, como sociedad, políticas educativas de Estado, que de verdad sean fehacientes para una mejor educación. Al final nos quedamos con el pensamiento de Platón que nos dice: “El más importante y principal negocio público es la buena educación de la juventud”.