PASIÓN Y NEGOCIO

Fanatismo futbolero: J. Enrique Cáceres-Arrieta

Transcurría 2001. Estaba en la República Argentina. Vivía en una pequeña ciudad al norte del país, con estupendo clima y personas maravillosas. Allí me convencí, entre otras cosas, de que no todos los argentinos son presumidos. Era el año de la clasificación del Mundial 2002, Corea-Japón. Esa noche jugaban para su clasificación -por el sur del continente americano- Argentina y Brasil.

En medio del partido, expresé mi preferencia por ¡Brasil! De inmediato saltó mi novia argentina, manifestándole a su anciano padre: “Mirá, viejo, el Enrique hincha por Brasil”. “¿Es verdad eso, Quique?”, inquirió su padre. “Sí, viejo, toda la vida he sido hincha de Brasil”, contesté. Expliqué por qué; y fue respetado por mis interlocutores. En otra ocasión había señalado a mi pareja que, a mi juicio, Pelé ha sido el mejor futbolista del mundo.

De esos incidentes salí ileso porque esas gentes son hinchas de su equipo, no fanáticos. Nunca se me insultó o irrespetó por mi gusto y opinión. Son partidarios entusiastas de su equipo, mas no dan lugar a odio, encono, enemistad, propios de fanáticos. El hincha es simpatizante de su equipo de fútbol o de cualquier otra disciplina deportiva. El fanático vive preocupado o entusiasmado ciegamente por algo. El apasionamiento no ve ni quiere ver más allá de sus narices. Ser hincha y fanático son cosas distintas. Soy libre de creer en algo o en alguien. Es insano, empero, ser cerrado de mollera. Mucho se habla del fanatismo religioso, del cual soy crítico. Poco se comenta de los excesos en las ciencias naturales porque se ve a la ciencia como diosa. Fetiche. Se la cree infalible y omnímoda. Asimismo, se considera que fanatismo es solo lanzar al prójimo a la hoguera o colocar una bomba. El naturalismo, hemos visto en otras oportunidades, es fanatismo, no ciencia. El cientificismo (creencia de que toda verdad para ser verdad debe pasar por el filtro del método científico) también lo es. Ese fanatismo con etiqueta de ciencia promueve violencia sicoemocional solapada y/o abierta. Atreverte a expresar pareceres contrarios a los de los científicos agnósticos y ateos te hace blanco de hostigamiento y burlas. Es cuento que somos muy racionales. La mayor parte de lo que se dice y hace, en realidad, no es fruto de la razón sino de sentimientos y emociones. Prejuicios. Juicios anticipados. Sentimientos y emociones prevalecen sobre racionalidad. La inteligencia emocional no es el fuerte de la naturaleza humana.

El fútbol es el deporte que más multitudes estimula. El que más sentimientos y emociones exacerba. De ahí la infaltable necesidad de encauzar sentimientos y emociones con el objeto de no perjudicarnos ni dañar al prójimo que hincha por otro equipo o piensa distinto. Tolerancia y respeto son imprescindibles.

El fútbol despierta fanatismo, apasionamiento. Se habla de grupos vandálicos en no pocos países de Europa y América. La Tragedia de Heysel (1985), en Bélgica, es ejemplo. Allí murieron 39 aficionados y resultaron heridos unos 600 más. Jugaban el Liverpool inglés y la Juventus italiana. El fanatismo futbolero ha dejado incontables víctimas en estadios europeos y americanos. Sin contar las silenciosas muertes por ataques al corazón o infartos al presenciar un partido de fútbol. Inglaterra, Alemania, Italia, España... son tristes realidades de fanatismo en el deporte rey. En América, países como México, Brasil, Argentina, Colombia... tienen funestos antecedentes de salvajismo en los estadios. Jugadores negros han sido discriminados en el campo de juego y fuera de él. Innumerables padres de familia odian el fútbol porque en un partido su hijo fue asesinado por bárbaros disfrazados de hinchas. Otros ciudadanos se oponen a un Mundial pues consideran que hay prioridades en la nación por encima de su organización. Además, el fútbol se ha convertido en un negocio muy rentable para la FIFA y las televisoras.

El primer Mundial que vi fue México 1970. No entendía nada de fútbol. Tenía 10 años. Recuerdo que alguien gritó que le daba a Brasil porque era un equipo americano. A partir de ese momento simpaticé con Brasil. Pelé, Rivelino, Jairzinho y otros fenómenos de ese Mundial me marcaron. He visto a la selección brasileña ganar y perder. Antes lloraba por sus derrotas. Hoy me duelen pero ya no lloro pues sé que no hay equipo invencible y que en el fútbol no se gana jugando bonito sino metiendo goles al contrario. Tu equipo puede ser técnico y dominar el encuentro, sin embargo, en los últimos segundos del partido el otro equipo puede llevarse la victoria metiéndole un gol.

Seamos hinchas o seguidores entusiastas de nuestro equipo, no fanáticos. No seamos fanáticos de nada ni de nadie. El fanatismo turba el entendimiento. Nubla la razón. Quita la paz. Ha traído mucho dolor y sufrimiento a la familia humana. Una mente perturbada actúa automática y animalescamente. “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, asevera Benito Juárez, el benemérito de América. @earrieta

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