La prostitución es la única parte de la industria de los servicios personales que funciona en Holanda. No se puede ir al manicurista en Amsterdam sin concertar una cita con dos semanas de antelación, pero los hombres pueden comprar sexo en cualquier momento, y a un precio atractivo. La legalización de la prostitución en octubre de 2000 no hizo más que poner por escrito una larga tradición holandesa de tolerancia hacia la compra y venta de sexo. Sin embargo, ¿es el enfoque correcto?
Incluso en Holanda, las mujeres y muchachas que venden sus cuerpos sufren regularmente amenazas, golpes, violaciones y amedrentamiento por parte de proxenetas y clientes. En un reciente juicio penal, dos hermanos turco-germanos fueron acusados de obligar a más de 100 mujeres a trabajar en el barrio rojo de Amsterdam (De Wallen). Según el abogado representante de una de las víctimas, la mayoría de estas mujeres procedía de familias marcadas por el incesto, el alcoholismo y el suicidio de los progenitores. O vienen de países del este de Europa o del sudeste asiático y han caído en las redes del tráfico de seres humanos, engañadas por la oferta de empleos decentes o simplemente vendidas por sus padres.
Estas mujeres son la principal atracción turística de Amsterdam (tras los coffee shop que venden marihuana), pero se estima que entre un 50% y un 90% de ellas son esclavas sexuales que son violadas todos los días mientras la policía hace la vista gorda. Es incomprensible que no se juzgue a sus clientes por violación, pero los políticos holandeses argumentan que no se puede determinar si una prostituta trabaja voluntariamente o no. Hartos y desilusionados de su rutina diaria, los policías de la brigada antivicio de Amsterdam han solicitado ser transferidos a otros departamentos. Recién este año, la administración de la ciudad comenzó a cerrar algunos prostíbulos debido a sus vínculos con organizaciones criminales.
Según un estudio publicado por el American Journal of Epidemiology, la edad de fallecimiento promedio de las prostitutas es a los 34 años. En Estados Unidos, el índice de asesinatos de las prostitutas en su lugar de trabajo es 51 veces el del siguiente empleo más peligroso para mujeres, trabajar en una tienda de venta de bebidas alcohólicas. Otros estudios muestran que nueve de cada 10 prostitutas anhelan vehementemente dejar su actividad. Casi la mitad ha intentado cometer suicidio al menos una vez.
En 1999, el Gobierno sueco despenalizó la venta de sexo, pero convirtió en un delito el proxenetismo o la compra de sexo. Bajo la llamada “Ley de compra de sexo” sueca, pagar por sexo es penalizable con multas o hasta seis meses en prisión, además de la humillación de la exposición pública. Según las autoridades suecas, la cantidad de prostitutas ha disminuido como resultado en un 40%. Los círculos de tráfico humano tienden a evitar Suecia, porque el negocio allí se les ha echado a perder.
Noruega, país que desea cuidar su reputación de respeto a los derechos de las mujeres, comparó cuidadosamente los modelos sueco y holandés, y llegó a la conclusión de que era mejor seguir el sueco, y ha cambiado su legislación de manera acorde.
El éxito del enfoque sueco no es tan sorprendente. Según un estudio realizado en California, la mayoría de los hombres que compran sexo no lo harían ante la perspectiva de quedar expuestos públicamente. Por ejemplo, un 79% dijo que no lo haría si existiera el riesgo de que sus familias lo supieran. Y un notable 87% señaló que no lo harían si existiera la posibilidad de que la policía publicara sus fotografías o nombres en la prensa local.
