Como cualquier otro campo, la educación del adulto tiene raigambre histórica. Lamentablemente, por limitación de espacio, se omiten aquí algunos precursores y conductores que inscribieron su huella indeleble en las distintas instituciones de educación del adulto. No obstante, todos los que sentimos interés por la educación del adulto experimentamos en los momentos actuales un nuevo impulso acuciante que nos lleva a acoger con beneplácito cualquier libro que trate ese tema.
¿Cuál es la razón de ese impulso? Primero, que la vida transcurre en estos tiempos con una rapidez vertiginosa. El ciudadano con formación está mejor preparado para enfrentar los problemas del presente, pero los del mañana serán distintos a causa del avance de la ciencia, la tecnología y el desarrollo de los acontecimientos mundiales. Por tal motivo, la capacitación no termina nunca, o sea, no debe interrumpirse.
Cuando las especialidades actuales desaparezcan, el hombre deberá hallarse preparado para enfrentar otras nuevas, así como cuando surjan nuevos problemas, deberá estar capacitado para solucionarlos. Es decir, debemos aprender a lo largo de toda la vida, en todos los niveles educacionales, y en ese sentido debe capacitarse a los maestros y profesores de adultos, de la misma manera que se hace con los que se ocupan de los niños y de los jóvenes.
Por otra parte, el país se debate en una profunda crisis, una crisis ciudadana, una crisis de miseria. Por lo mismo, se trata de reconsiderar nuestras reacciones, procurando luchar seriamente contra los grandes enigmas de nuestro tiempo. Los jóvenes pueden encontrarse preparados para enfrentarlos. Pero eso no basta. También los graduados y los que han dejado las aulas deben estarlo. Algunos tal vez se hallen capacitados para superar la indigencia que los rodea; otros pueden recibir una formación que les permita ganar posiciones en la escala económica o asistir a los menos afortunados en el mejoramiento de su condición.
Además, todos los adultos necesitan comprender los problemas de nuestra cultura ciudadana, como también abarcar los aspectos políticos, sociales y culturales de la misma. Hasta en las artes recreativas (importante aspecto de la educación del adulto) se tropieza muchas veces con los problemas básicos de la actualidad. La educación del adulto, orientada hacia la autosuperación y la expansión, puede encauzar hacia la conservación y la valoración de las artes de grupos minoritarios, acrecentando el papel de Panamá dentro y fuera del país.
Ciertamente, mucho queda por hacer en este campo. La educación del adulto representa un campo de acción dinámica y vigorosa, que se eleva sobre un largo e interesante pasado y se anticipa a un importante futuro ( no sólo significa enseñar a leer y a escribir a quien no sabe, la educación del adulto hoy va mucho más allá, se trata de la educación permanente). Resulta curioso observar, sin embargo, que ésta área no ha recibido mayor atención por parte de los estudiosos ni tampoco por parte de las autoridades educativas. A finales de los años de la década del 50 del siglo pasado, por iniciativa del ministro de Educación, profesor Federico A. Velásquez, se dio impulso al programa de alfabetización y educación de adultos, pero el entusiasmo e interés por la educación del adulto en Panamá ha desmejorado notablemente a partir de 1970. Empero, la necesidad e importancia de la educación del adulto y la educación permanente es evidente.
Las autoridades educativas, los empresarios, los clubes cívicos, los educadores, etc., procederán bien si se ocupan seriamente de los distintos aspectos de la educación del adulto y disciplinas tales como sociología, psicología, antropología y trabajo social. Es imprescindible una mayor investigación sobre la forma como los adultos deben y pueden aprender. Panamá, por su compromiso histórico con la educación, debe retomar las acciones pertinentes para organizar, fomentar e impulsar con nuevos bríos la educación del adulto hacia una senda óptima para la autorrealización y la vida fecunda. ¡La suerte está echada, manos a la obra!
