Existen 20 especies distintas de garzas en el país, de distintos tamaños y coloración. La garza real (Casmerodius albus), conocida también como garceta grande o garza patinegra, es un ave diurna de cuerpo estilizado cubierto por plumas de impecable color blanco. El pico es amarillo y las patas negras: estas dos características la distinguen de las otras garzas panameñas, también enteramente blancas. Suele estarse quieta por un buen rato, acechando a sus presas (peces, reptiles, insectos e incluso mamíferos y aves pequeñas).
Vuelan con el cuello retraído y las patas extendidas. En periodo de reproducción, adquiere airones en la espalda, plumaje muy suave y suelto que sobrepasa la cola. Hay colonias de anidación en islas relativamente cercanas a la ciudad capital, como Taboga y Changamé.
Está presente en todo el mundo y en nuestro país aún es abundante. Se le puede observar en gran número en las playas de Panamá Viejo, cuando la marea baja, en la desembocadura del río Matasnillo, en las playas de Punta Paitilla e incluso en los ríos canalizados que corren entre altos edificios de la ciudad. Impresiona verla, blanca e inmaculada, en medio de corrientes de aguas bastante contaminadas.
Según explica el historiador Jorge Conte-Porras, la idea de llevar garzas reales al palacio presidencial fue del poeta Ricardo Miró, persona muy amiga del presidente de entonces, Belisario Porras. El poeta hizo traer dos pares de garzas del Darién y el Presidente siguió con entusiasmo su sugerencia de colocarlas en el patio andaluz, que sirve de vestíbulo del palacio. Estas bellísimas aves, concluye Conte-Porras, le otorgaron definitivamente un nuevo nombre a la Casa Presidencial: El Palacio de las Garzas.
