De los llamados pecados capitales que más que pecados prefiero llamar excesos o fallas de carácter creo que son la soberbia, la envidia y la ira los más notorios, tal vez porque se descargan directamente sobre otros. La soberbia es definida como altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás. La envidia es tristeza o pesar del bien ajeno. Emulación, deseo de algo que no se posee. Y la ira es pasión del alma, que causa indignación y enojo. Apetito o deseo de venganza. Repetición de actos de saña, encono o venganza. Tal como yo las veo, soberbia, envidia e ira son hermanitas perversas que caminan agarradas de las manos. Dice el escritor y filósofo español Carlos Goñi que La humanidad es los siete pecados capitales y su lucha o vencimiento o más generalmente, fracaso. Sin su glosa, no habría arte: holgarían el teatro, la novela, el pincel de los artistas... Los pecados capitales trepan sobre el perfil del hombre, como hace la vid sobre la estaca. ¡Los pecados capitales tienen dificilísimo remedio!.
Desempolvar los llamados pecados capitales para redefinirlos desde una óptica no religiosa, sin duda causará revuelo. La clasificación del papa Gregorio ha servido como patrón para que se hable sobre los siete pecados en periodismo, educación, economía, etc. Y en la política, ¡uf!, la lista de pecados habría que extenderla bastante más.
No alcanza este espacio para recorrer el camino de los pecados capitales del gobierno de Moscoso. Pero es la soberbia la que más sobresale por la frecuencia y el entusiasmo con que la practica; es la que le impide admitir que su gobierno defraudó; la que la hace rechazar nuestro derecho a exigirle cuentas sobre el helicóptero HP-1430 deliberadamente hundido por misteriosas razones, la transacción de la casa de Punta Mala, y el rosario de escándalos que la han acompañado a lo largo de estos años. Creo que todos los mortales cargamos con nuestra dosis de pecados (debilidades, fallas). Pero son más capitales, y más pecados, los pecados presidenciales. Esos nos hacen sufrir a todos. Y hasta Gaturro lo sabe.