Después de haber escuchado el limitado e imperfecto debate entre los candidatos presidenciales, no puedo dejar de dar una opinión que quizás otros ciudadanos compartan conmigo. Ambos candidatos prometieron mejorar las condiciones de salud, seguridad, transporte público y educación, y combatir la corrupción y la pobreza extrema en el país. Cada uno expuso superficialmente (por la falta de tiempo) la forma en que abordaría algunos de estos problemas.
De la candidata Balbina Herrera escuché, en varias ocasiones, que los problemas no los resolvió el gobierno PRD, de Martín Torrijos, debido a fallas de administración, no por faltas en la parte económica. Ella considera que podrá cambiar la administración de un gobierno PRD para que sea efectivo y eficiente, abriendo así el camino a la solución de los problemas. Fue enfática al decir que el Gobierno es el responsable de la solución de los problemas, sin la necesidad de recurrir a patronatos u organizaciones civiles, ya que “para eso está el gobierno”. Esta es la típica estrategia del PRD, quienes son centralistas y requieren de un alto costo de operación, con planillas laborales de gran magnitud.
No voy a ahondar en detalles de diferencias entre el transmóvil, el monorriel, tren ligero o el metro, ni si los directores de escuelas deben o no involucrarse en las condiciones físicas de las escuelas, porque son temas técnicos y ninguno de los candidatos es “el experto” en la materia.
Ricardo Martinelli, igual que Balbina, dijo y prometió lo que queríamos escuchar: que haría un gobierno distinto, y traería un verdadero cambio para mejorar la calidad de vida de todo el pueblo. Pero, como soy escéptico al escuchar a los políticos hablar y hacer promesas, en lo que me enfoco es en la estrategia de operación del gobierno que propone el candidato o la candidata con su partido político.
Al contrario de Balbina, Martinelli fue muy claro en que su gobierno será de amplia participación ciudadana. Esta forma de gobernar representa, en mi parecer, la democracia del siglo XXI. Esperamos que él la cumpla. Con ella, evitaría las protestas y los cierres de calle que tan negativamente afectan a todos. Además recibiría la contribución, sin costo alguno, de parte de la ciudadanía y crearía una atmósfera de cooperación entre el gobierno y los ciudadanos. Haría que el trabajador o empleado público cambie de actitud y comprenda que su puesto y trabajo se deben al ciudadano, que debe servir en lugar de sentirse como un funcionario de poder sobre el público que atiende.
Por tal razón, si Balbina resulta ganadora, debemos luchar para que modifique su estrategia de un gobierno centralista, con funcionarios déspotas heredados de la dictadura, a un gobierno de participación ciudadana. En cuanto a Martinelli, si aplica la democracia participativa generaría el verdadero cambio que necesitamos para facilitar la solución de los problemas y el progreso del país.