En mayo de 2006 visité la emblemática ciudad de Viena, con motivo de la Cumbre América Latina y la Unión Europea. En el aeropuerto de esta urbe europea se veían carteles publicitarios promoviendo a Panamá como destino turístico.
Fue la primera vez en años que sentí mucho orgullo por mi país, pues era ya hora de promover nuestra nación como lugar de interés.
En el vuelo de regreso a nuestra patria, los comerciales de la aerolínea local resaltaban a Panamá como país atractivo para la diversión.
Más recientemente, en París, comenzó una intensa campaña de vender al istmo a los galos. Amigos en España y Alemania me indican también que Panamá tiene ahora una fuerte presencia mediática en el Viejo Mundo.
En una previa entrevista con Rubén Blades, el ministro encargado de Turismo, nos había adelantado que la campaña publicitaria panameña se enfocaría en 2008 y 2009 en el mercado europeo, luego de consolidarse en Norteamérica.
Pero la gran prueba de fuego para Panamá será el lanzamiento del puerto sede, home port, en inglés, desde la ciudad de Colón, en donde operaría el crucero de placer Enchantment of the Seas. Cerca de unos 10 millones de dólares se han invertido en la construcción de la terminal de salida de este buque, que promete rescatar de la miseria a la otrora “Tacita de Oro” del Atlántico panameño.
Todo se pinta de maravilla. Pero tengo dudas y temores. Una es la capacidad de Colón para recibir a la oleada de turistas que vendrá a abordar los cruceros en Cristóbal.
El otro es la seguridad, quizás lo más importante para evitar que el estreno del home port se transforme en un gran fiasco.
Miles de turistas de Europa, América Latina, Canadá y, sobre todo, de Estados Unidos vendrán a Colón para zarpar por un trip en el Caribe. Sale una pregunta: ¿Habrá suficiente seguridad policial para proteger a los extranjeros, conociendo los altos niveles de atracos y demás actos delictivos en la ciudad portuaria atlántica?
Tener un home port requerirá de reforzar la vigilancia en los barrios populares de Colón, en la entrada de la isla de Manzanillo y de comenzar a realizar operativos de profilaxis para detener a potenciales delincuentes.
Un peligro potencial serían los secuestros de extranjeros, al operar el home port. Si una persona foránea sufre una privación de libertad o perece, Dios quiera que no, en un hipotético cautiverio realizado por malhechores locales, no me quiero imaginar la terrible propaganda negativa y los reportajes que harían los medios de prensa del país del turista secuestrado en el Istmo.
Doy el ejemplo de Aruba. Considerada por muchos uno de los sitios más atractivos del turismo en el Caribe, la isla holandesa fue testigo de una tragedia que le costó a la economía local la pérdida de unos 100 millones de dólares.
El 30 de mayo de 2005, la joven estadounidense Natalee Holloway disfrutaba sus vacaciones en Aruba y de repente, desapareció. Se culpó a unos tres adolescentes arubeños de ser responsables de la muerte de la chica norteamericana.
La cadena de noticias conservadora Fox News encabezó una fuerte ofensiva cuestionando a Aruba y a sus autoridades por no garantizar la seguridad de los estadounidenses en las playas del idílico paraíso tropical. Es más, los comentaristas Bill O’Reilly y Greta Van Susteren no se cansaron de polemizar la capacidad de los arubeños para resolver el caso judicial, entablado en la isla.
Al final Aruba, que depende un 70% de la industria turística, terminó perdiendo, entre 2005 y 2008, decenas de millones de dólares. La mayoría de los turistas que visitaban regularmente la isla eran norteamericanos, de un total de 550 mil personas.
¿Se imaginan ustedes si una adolescente estadounidense le pasa algo en Colón, por sus travesuras o porque sufre un vejamen en las calles de la ciudad atlántica? De seguro, será el cataclismo definitivo para la urbe, que intenta rescatar su imagen.
Al ministro encargado de Turismo, le pedimos que haga todos los esfuerzos posibles para exigir a las autoridades de seguridad panameñas para que refuercen las rondas policiales en Colón, antes, durante y después de la inauguración del home port. No se por qué, pero tengo el presentimiento que no estamos haciendo mucho por bajar la delincuencia en esa ciudad. Reforzar la seguridad en Colón, no es solo para proteger a los norteamericanos, sino también a los canadienses y a los europeos, que nos tienen bajo monitoreo constante de sus entidades consulares pendientes de cualquier alerta de seguridad en materia turística.
La seguridad del home port debe ir de la mano de los colonenses, quienes están obligados a garantizar la protección de los futuros visitantes de los cruceros. Los turistas son los que pueden dar mejor referencia de un país, potenciales embajadores que venderán las bondades de las ciudades que ellos visitan en sus recorridos por el mundo.
El éxito del puerto sede dependerá de lo que hagan los colonenses. El home port es el futuro y tengamos en cuenta que este proyecto internacional puede ser el salvavidas económico de la provincia.
