Cierto que el discurso anti partidos tradicionales de Ricardo Martinelli termina por allanar el camino del susodicho a la Presidencia. En las cuatro instancias de elección 2009, sólo entre el PRD y el panameñista recogen 69% del total de los votos. Panamá votó, como usualmente lo hace, por los tradicionales “Huesos viejos”. Y son estos los que, en más de 100 años de historia republicana intermitente, hacen sostenibles nuestra democracia.
Amparados en magros resultados para presidente y diputados, algunos dirigentes del Partido Revolucionario Democrático (PRD) optan por reclamar crisis e insisten en una renovación de la dirigencia.
Pero, ante la carencia de un análisis desagregado que incluya una visión integral de lo sucedido en gobiernos locales, y menos los porqué de la falla, la exigencia lució oportunista por falta de asidero.
Un análisis balanceado debería incluir que el PRD continúa como el partido número uno en votos para presidente, diputado y representante. A pesar de que en sufragios llega segundo en alcaldes, en escaños obtiene casi tres veces más que el panameñismo y más que todos los otros juntos. Además, tendrán bajo su égida más de la mitad de los gobiernos locales. En este 2009, a pesar de la desunión con que llega, logra un aceptable 41% con un estimado de 5.5 millones de votos entre las cuatro contiendas.
La actuación del partido panameñista, con 28%, raya en la excelencia. Repitieron la sorpresa de 1999 y los votos salieron debajo de las piedras para reeditar aquello de “encuestas de carne y hueso”. Además, el que en tres cuartos de siglo por primera vez corrieran para la vicepresidencia, supuso encajar tamaño riesgo. Hasta entonces, cuando cualquier partido dejaba de abanderar la nómina, anunciaba en breve su extinción electoral.
Por primera vez en cinco elecciones los seguidores de Arnulfo son primeros en el voto alcaldicio nacional total. Logran apenas 13 escaños, pero incluyen tres plazas de alto caudal, entre ellas la ciudad capital. El PRD, con todo y sus 43 alcaldes, no les llega en votos alcaldicios.
Los panameñistas, con 21 diputados, obtienen segundo puesto en sufragios para el Órgano Legislativo, y un cómodo primero dentro de la alianza. Igual con los representantes. Añádale que del subsidio post electoral recogerá millones.
En resumidas, si en 2008 el liderazgo de un Varela tercero en encuestas tambaleaba, ahora con tres ministerios y varias instituciones autónomas no hay quien lo rete.
Más de tres cuartas partes de los millones de este subsidio post electoral quedan en manos de aquellos dos partidos que alternan el poder durante 40 años.
Con buenos reales para “realizar actividades consultivas, organizacionales y de base”, deberían surgir partidos permanentes. Estos pasarán a ocupar el centro del debate nacional. Ojalá recojan la visión de la membresía y no solo la de una cúpula.
Las anunciadas escuelas de cuadros ahora cuentan con buenos fondos. Sería interesante considerar, además de los consabidos cursos, espacio a una prensa partidista diseñada para fidelizar a miembros y simpatizantes.
La escuela política enfrenta disyuntiva: una que concilia con la vía tradicional, libresca y repetitiva de la abundante teoría de textos extranjeros. Pero, está la otra, la de formar estadistas que emprendan la adaptación de los principios políticos y tecnologías universales a la realidad panameña. Sólo cuando el descubrimiento aterriza al libro teórico entregamos un verdadero auxiliar para la transformación de la sociedad.
El político necesita herramientas gerenciales modernas para la gestión del cambio. Los recalcitrantes desempolvarán el sonsonete de la alegada esclavitud del rating, que si enlatan candidatos para venderlos cual marcas de sodas, que endiosan a mercaderes de la política o a la nueva ilusión de la tecnología como solución de la pobreza y subdesarrollo.
Pero, son estos contenidos de gerencia los que hoy causan una revolución en la política. Además, son medios que complementan, nunca substituyen a los principios ideológicos del cómo y para quién gobernar.
