Más de un millar de personas se congregaron ayer en la Catedral Metropolitana para participar en la misa de cuerpo presente por el sacerdote Jorge Altafulla.
Desde las 8:00 de la mañana, las puertas de la Catedral se abrieron para que los fieles pudieran despedirse del sacerdote asesinado el pasado domingo.
A la ceremonia religiosa asistieron la presidenta de la República, Mireya Moscoso; el director de la Policía Nacional, Carlos Barés; ministros de Estado, legisladores, sindicalistas y políticos.
A las 11:00 de la mañana, con la entrada de los obispos de la Conferencia Episcopal Panameña acompañados de otros sacerdotes, comenzó la eucaristía.
La Catedral estaba a su capacidad máxima. Familiares, feligreses de la iglesia de Guadalupe -donde Altafulla era párroco- y amigos del sacerdote participaron en la misa que duró una hora y media.
Mientras, en el parque Catedral se congregaron varias decenas de dolientes en espera de la salida del féretro.
Durante su sermón, el arzobispo metropolitano de Panamá, José Dimas Cedeño, recordó la amistad que lo unía a Altafulla desde junio de 1962, cuando ambos fueron ordenados sacerdotes.
Cedeño destacó que debido a su fidelidad a la Iglesia, Altafulla fue objeto de odio, fue asesinado y quisieron manchar su honor.
El féretro, transportado en un carro bomba del Cuerpo de Bomberos, fue despedido por los asistentes con aplausos y lágrimas.
Luego de la misa, el ataúd fue trasladado en el carro bomba a su parroquia, Nuestra Señora de Guadalupe.
Allí permanecería en capilla ardiente toda la noche hasta hoy cuando, a las 9:00 de la mañana, se celebre otra misa y las honras fúnebres.

