Cuando la vida te da limones, haz limonada. Por supuesto, que para Adriana Alvarez y Marta Cambefort, ambas argentinas, esto se convierte en ¡che, hacé limonada!. Y es que cuando las vidas de estas dos amigas de antaño tomaron un giro inesperado, en vez de sentarse a llorar se llenaron de valor, unieron sus fuerzas y capitales y compraron el restaurante Boccalino, en Calle 49 Bella Vista.
El restaurante sigue con la misma decoración y básicamente el mismo menú de antes, pero la atención ha cambiado notablemente y hay nuevas adiciones al menú, pero a eso, luego.
Primero, pedimos una focaccina, que devolvimos por chiclosa. A sugerencia del salonero, pedimos unas almejas al jengibre; a antojo mío, una ensalada caprese y a antojo de RDT, un carpaccio de carne. Cuando reseñé el restaurante en 1999 me quejé de que la albahaca de la caprese venía picada, en aceite. Esta vez, todavía estaba picada, pero fresquita, lo que hizo una enorme diferencia. Me hubiera gustado ver un aceite de oliva de primera prensa en la mesa, pero eso ya es remilgonería. El carpaccio, ah, el carpaccio, eso sí estuvo sublime, con una carne sabrosísima, discretísima vinagreta de alcaparras y lascas de parmesano. Se lo tiro a cualquier carpaccio del continente. Luego llegaron las almejas al jengibre, y casi me da un síncope, de la incredulidad. ¿A quién rayos se le ocurre servir unas almejas al bechamel, con una bechamel (oh, guácatelas) espesísima? Pues me metí una en la boca y vaya sorpresa, que estuvo estupenda la combinación: la bechamel frena el ataque frontal del jengibre, fresco y abundante, creando una sensación fabulosa en paladar. Eso sí, apenas lleguen, a comer, porque frías no se disfrutan tanto.
De plato fuerte, lo primero que aparece en el menú son los sorrentinos, unos raviolones enormes, con tres tipos de relleno y dos sugerencias de salsa para cada una. RDT cambió de idea a medio camino, confundiendo al salonero, quien terminó trayendo el pedido equivocado. Trajo unos raviolones rellenos de ricotta con cangrejo, con una salsa rosé que parece estar por todas partes, ya que era la misma salsa que bañaba a mis langostinos a la Titti con tocino y la salsita de tomates, crema, hongos y coñac, pero excelente. Como queríamos probar otro tipo de salsa, los volvimos a pedir con salsa Pasticciati, y llegaron con una salsa que lucía idéntica (monotemática, la cocina, pensé para mis adentros) pero que es totalmente distinta. El ingrediente que reluce es la crema de pimentón, que le da un traspunte diferente, complejo pero a la vez fácil de disfrutar.
En ocasión posterior otee la sección de las carnes y a sugerencia de una de las propietarias, pedí el filete a la cartera, que trae por dentro jamón y queso mozarella, bañado de una salsa oscura, viscosa, de hongos Portobello. Francamente excelente. Pedimos también unos capellini a la marinara, que llegaron al dente pero demasiado calientes, por lo que rápidamente se recocinaron mientras estaban en el plato, pero es de esperarse por lo fino de la hebra. Pedí mi bienamada pizza de gorgonzola con jamón crudo de Parma (alias prosciutto), que estuvo rica, ya que el restaurante tiene horno de leña, pero la masa siguió presentando el mismo problema de la foccacina.
Otro renglón que ha mejorado considerablemente es el de los postres. Probamos el milhojas de dulce de leche recomendado por la casa, que estuvo bueno, ma non troppo. Sin embargo, si usted es super dulcero, este es el postre para usted. No nos llamó mucho la atención el crocante de manzana, con el crocante demasiado duro para mi gusto. Más sofisticados estuvieron el tiramisú con su toque muy particular de Sambucca que le da su propia identidad y el crostini (especie de galletón) topado de nueces mixtas con jalea de moras.
La carta de vinos es equilibrada, con precios razonables, aunque en mi opinión debería renovarse un poquito más y enfatizar los magníficos vinos italianos que hay en plaza. El restaurante sigue teniendo el valet parking que exige el área, y una adición nueva que entiendo es el deleite de los mayores de cuarenta: el bar El Callejón, que con sus noches de boleros y rumba general de miércoles a sábado, está dando mucho de que hablar. En fin, el cambio de gerencia le ha ganado una estrella entera más (tenía 2.5) y definitivamente, el restaurante reúne las tres b: Bueno, bonito y bolberé. Dixit.

