La espiritualidad y las creencias religiosas son un derecho personal, ya sea de un ciudadano común y corriente o de un candidato presidencial. No me importa que el Presidente de la República vaya todos los domingos a misa, se contorsione cuando lo toca el Espíritu Santo en un templo evangélico, camine vestido de negro los sábados o mire a La Meca para rezar. Sin embargo, ante la remota posibilidad de que los preceptos o creencias de cualquier religión puedan afectar a toda la sociedad, debemos preocuparnos y, como tal, tenemos la responsabilidad de comprender el alcance que esto pudiera tener.
Vivimos un renacimiento de los movimientos integristas. Diariamente leemos que países musulmanes imponen la ortodoxia religiosa al punto de violar derechos humanos elementales tal como se entienden en el siglo XXI. Así, bajo el régimen Talibán, las mujeres no tenían derecho a educación ni a integrarse a la sociedad. Igualmente, los grupos conservadores hebreos tienen mucho poder en el parlamento israelí y en sus decisiones. De hecho, lo que ocurre en Gaza es una clara manifestación de intolerancia religiosa llevada al extremo. Pero nuestro mundo occidental, supuestamente civilizado, no está alejado de movimientos integristas. Por eso, y por cómo podría afectarnos, hablemos del movimiento integrista que constantemente busca influir en nuestro entorno social y político. Según el DRAE, integrismo es: “movimiento ideológico español de fines del siglo XIX basado en principios antiliberales y que propugnaba la aplicación inflexible de la doctrina tradicional católica”. Más claro… el agua. El mejor ejemplo: la discusión de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Las opiniones contrarias que se dieron reunían exactamente los principios integristas. A pesar de que el anteproyecto contenía textualmente correcciones y anotaciones de la Conferencia Episcopal y sus representantes, los opositores no buscaban consenso sino que simplemente negaban el proyecto. Todo esto, a pesar de que se demostrara una y otra vez la necesidad de educar en sexualidad para corregir problemas de salud pública. Durante esos días, vimos una extraña asociación entre beatos católicos y fanáticos evangélicos, muchos de los cuales, sin haber siquiera leído el anteproyecto, repetían como autómatas la misma perorata. Otra duda, es la afiliación o no de Juan Carlos Varela al Opus Dei (OD). Varela se define a sí mismo como un simple “colaborador” del Opus (según sus palabras igual que don Alberto Motta) aunque su tarjeta de navidad de 2008 traía una cita de Escrivá (cosa que dudo de las de don Alberto). Personalmente, creo peligrosísimo que un miembro de “La Obra” ocupe la Presidencia.
Como bien dice mi amigo Enrique Alemán (La Prensa, 25/12/2008), es importante sacar conclusiones propias, y sugiere dos sitios de internet con información sobre el OD. Agrego a la lista los sitios www.opuslibros.org, www.odan.org y www.opusdeialert.com donde escriben quiénes se alejaron de “La Obra” por sentir manipulación y coartación de libertades. Hay también testimonios a favor y en contra en YouTube. Vean y decidan… El “Opus” es fundado en 1928 por el sacerdote español José María Escribá (quien luego cambiaría su nombre a Josemaría Escrivá de Balaguer) y sus miembros buscan alcanzar la santidad a través del trabajo y la vida diaria. Esto, suena inofensivo… pero si se busca un poco más en detalle, los escritos de Escrivá (llamado en España “el santo Express” dada su inusitadamente rápida santificación) están plagados de opiniones que hacen dudar de sus métodos. Escrivá basa su doctrina en tres puntos “La Santa Intransigencia, La Santa Coacción y la Santa Desvergüenza” (Camino 387). Considera que “Donde no hay mortificación, no hay virtud” (Camino 180), que supongo es la razón del uso del cilicio (correa con clavos en el muslo para producir dolor). Según Escrivá, la lectura debe supervisarse: “Libros: no los compres sin aconsejarte de personas cristianas, doctas y discretas. Podrías comprar una cosa inútil y perjudicial. Cuántas veces creen llevar debajo del brazo un libro… ¡y llevan una carga de basura! “(Camino 339). Así mismo, “la vocación matrimonial es para la tropa y no para el estado mayor de Cristo” (Camino 27-28). Pero si fuéramos a discutir todo lo bueno, lo malo y lo feo del OD y Escrivá, a quien llamaban El Padre, con mayúsculas, no terminamos nunca…
Además, nadie nos asegura que todo lo propuesto hoy por la Iglesia católica, no sea buena razón para que dentro de 300 años, Benedicto LII pida disculpas (como hicieron con la “santa” inquisición), por las vidas que costó el error de oponerse al uso del condón. No olvidemos que, a lo largo de la historia, los papas han tenido sus patinazos… América era española y portuguesa “por designio divino”, los esclavos africanos “no tenían alma” y Franco fue “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Y todo eso, sin descartar que dado lo iconoclasta y “anti–stablishment” que era Jesucristo, bien pudiera ser él mismo quien repartiera condones en las esquinas si viviera actualmente. A fin de cuentas, según sus biógrafos (los evangelistas) siempre prefirió estar entre quienes menos tenían y más necesitaban… curiosamente, los mismos que sufren las consecuencias de la ignorancia y la falta de educación que ese mismo integrismo propicia.
