Vivimos bajo la égida del conocimiento. Si pretendemos salir del ostracismo del subdesarrollo, nuestro ineluctable futuro pasa por subirnos al tren de la ciencia y la tecnología a través de la investigación. No es que mediante los estudios de investigación vamos a descubrir información novedosa, porque debemos comprender que muchas veces resulta más importante lo que se descarta, es decir el error, que lo que se descubre, es decir la verdad. La verdad científica nunca es absoluta y requiere ser debatible para que pueda ostentar su necesaria condición de certeza fugaz. El aspecto más importante de participar en investigación es fomentar el escepticismo, buscar constantemente la ruta del conocimiento y alejar el empirismo o la improvisación de nuestras cotidianas actuaciones.
Si la falta de ciencia y tecnología hace parte de nuestro subdesarrollo, es porque hemos pasado el tiempo copiando realidades ajenas sin nunca haber sido capaces de desbrozar suficientemente las propias. Para lograr metas concretas, no es imprescindible realizar investigación pionera de protagonismo mundial. El conocimiento comienza con la búsqueda racional dentro del entorno local, forjando observaciones verificables sobre lo circundante y promoviendo la aplicación práctica de los hallazgos encontrados.
En el campo de la salud, nuestras instituciones hospitalarias empiezan a despegar en el campo de la investigación clínica. Médicos de joven y mediana edad, bien adiestrados en el método científico y ético, están participando en estudios multicéntricos internacionales, dando prestigio a los hospitales nacionales, facilitando la transferencia de conocimiento y tecnología, incorporando manejos novedosos de primera calidad, dotando de equipo y potentes fármacos a las instituciones, y contribuyendo al avance de la medicina mundial. Eso sí, debemos estar plenamente conscientes de que los intereses de la ciencia nunca deben estar por encima del bienestar y dignidad de los pacientes. Una ciencia sin filosofía es deshumanizante, una filosofía sin ciencia no pasa de ser un vano ejercicio especulativo.
El próximo presidente de Panamá, como primer mandatario elegido en el siglo XXI, tendrá la gran oportunidad de impulsar la investigación científica criolla mediante un decidido apoyo a nuestras instituciones de ciencia y tecnología. Ojalá que el candidato electo el próximo 2 de mayo fomente la transparencia en su gestión para que los mejores hombres y mujeres panameños sean designados para conducir los destinos de este importante sector, íntimamente vinculado a la prosperidad de las naciones civilizadas.
