No hay duda del denodado esfuerzo que las anteriores generaciones de colonenses hicieron para que a la provincia de Colón llegara la educación universitaria. Larga fue la lucha por la obtención de terrenos y edificios propios hasta que, producto de los tratados Torrijos-Carter, a finales de la década de 1970 se logró un espacio para albergar a la Extensión Universitaria, hoy Centro Regional Universitario de Colón.
Esta unidad académica obtuvo 14.9 hectáreas e instalaciones, entre las que se contaban: gimnasios, cafeterías, un teatro–auditórioum, piscina y varios edificios con salones de clases, incluyendo laboratorios. Unido a esto, la planta docente que se incorporó y que progresivamente fue creciendo, expresaba todo un ambiente académico de verdadera universidad, al igual que estudiantes comprometidos, un movimiento estudiantil con ideales, un personal administrativo responsable, y una comunidad que entendía el rol que jugaba la universidad regional en Colón.
Pero ¿qué ha sucedido? De manera acelerada y con pocas posibilidades de reivindicación el CRU de Colón viene asistiendo a un deterioro en todos los órdenes. Diríamos que el más grave es el de la conciencia. Se ha esfumado el concepto de universidad como nervio vital del desarrollo social; estamos de espaldas a las tareas investigativas de naturaleza científica, el ejercicio docente está duramente lastimado, hay poca efectividad en la labor administrativa y un rotundo desconocimiento del funcionamiento normativo de la institución, lo que sitúa en un nivel de retroceso lo que estaba llamado a ser el centro del debate provincial y el instrumento de impulso social.
Desafortunadamente, las posturas anti universitarias (internas y externas) se han hecho presentes y pareciera que han llegado para quedarse. El hurto de bienes materiales se ha convertido en práctica común. Los espacios han sido ocupados para el desarrollo de negocios con poca o ninguna rentabilidad para la institución, el deterioro de las infraestructuras físicas es evidente, la presencia de elementos foráneos con prácticas nocivas en contra del CRUC también es notoria, la vigilancia y seguridad son precarias, los servicios académico–administrativos son altamente cuestionables, la labor académica es realizada a medias, el proceso de matrícula es confuso, hay desvinculación radical con la comunidad, la oferta académica mayormente es tradicional; en sí es una unidad académica que ha optado por el estancamiento más que optar por la academia, ciencia e investigación para coadyuvar con el desarrollo social.
Frente a todo esto, es justo reconocer, los empeños de la administración central de la Universidad de Panamá, que ha dispensado una cantidad importante de recursos económicos y de bienes materiales, sin que se vea el aprovechamiento óptimo de los mismos. En conclusión, urge rehacer el Centro Regional Universitario de Colón.