Jacob: bendición y promesa

Isaac tenía 40 años cuando tomó mujer. Se casó con una bella joven llamada Rebeca. Pero sucedió que tras casi 20 años de matrimonio aún no tenían hijos. Ella era estéril. Isaac rezó a Dios, y el vientre de Rebeca se hizo fecundo, cuenta la Escritura.

Rebeca quedó embarazada de gemelos. Pero las criaturas chocaban en su vientre, y esto la preocupó. Consultó a Dios, y oyó que la voz divina le decía: Dos naciones luchan en tu vientre; dos pueblos se separarán desde tus entrañas; uno será más fuerte que el otro y el mayor servirá al menor”. En efecto, al parir vio que eran mellizos. El primero en nacer era pelirrojo “y tan peludo que parecía un abrigo de pieles, por eso lo llamaron Esaú”. Luego salió su hermano, que se aferraba con su manito del talón de Esaú. Por eso lo llamaron Jacob: “el que sustituye”.

En una ocasión en que Esaú volvió cansado del campo, encontró a su hermano comiendo de un guiso rojizo, un potaje de lentejas. Como tenía hambre le pidió del guiso (por eso Esaú fue llamado Edom, o sea “el rojo”), pero Jacob ofreció vendérselo si juraba cederle sus derechos de primogenitura. Esaú dijo que sus derechos no le importaban y juró. Es importante caer en la cuenta de varias cosas: los derechos se podían traspasar, tal como lo hizo Esaú; ser un primogénito significaba varias cosas: ser el jefe del clan con todos sus derechos, recibir doble porción de herencia y, especialmente en el caso de un hijo de Isaac, ser el heredero de las promesas espirituales y materiales de Dios para con Abraham. Jacob era consciente de estas cosas. Esaú, con ser el heredero, debía ser más consciente aún. Pero evidentemente su hambre estaba primero, y su necesidad inmediata. No tuvo fe ni respeto por los dones de Dios. La Escritura dice que ya no le importó con ellos.

Pensaba Isaac que estaba próximo a morir y decidió bendecir a Esaú. El no estaba al tanto de la venta que este había hecho de sus derechos, y le ordenó ir al campo, cazar y prepararle un guiso con lo cazado. Después lo bendeciría.

Rebeca estuvo atenta a esta conversación y, tras la partida de Esaú, habló con Jacob y le dijo que ella prepararía el guiso con dos cabritos del corral. Pero él debía llevárselo a su anciano y ciego padre para que este lo bendijese en lugar de Esaú. Cierto que Rebeca prefería a Jacob, pero además debía tener muy presente la profecía que Dios le había dado. Además, Rebeca vistió a su hijo menor con la ropa de Esaú y le cubrió las manos y el cuello con las pieles de los cabritos, pues Jacob era lampiño y Esaú velludo. Escuchó Isaac la voz de su hijo, que le llevaba la comida, y por la voz pensó que era Jacobo, pero al olerlo y palparlo creyó que era Esaú. Entonces le bendijo: “Dios te dé el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra, y abundancia de trigos y mostos. Que te sirvan los pueblos y naciones y se inclinen ante ti. Sé el señor de tus hermanos; que los hijos de tu madre se inclinen ante ti. Sea maldito quien te maldiga, y bendito quien te bendiga.” Cuando Esaú llego con lo cazado se descubrió el engaño, pero ya era tarde. A causa de ello, Esaú tramaba la muerte de Jacob. Este tuvo que huir a casa de un tío suyo, Labán, que vivía en Padam- Aram. Durante esta huida Jacob soñó:

“ Al llegar a cierto lugar, se dispuso a pasar la noche allí, pues el sol ya se había puesto. Tomó una piedra por almohada y se acostó. Mientras dormía, soñó con una escala apoyada en la tierra y que tocaba el cielo con su punta, y por la cual subían y bajaban ángeles de Dios. Yavé estaba de pie a su lado y le dijo: “Yo soy Yavé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac. Te daré a ti y a tus descendientes la tierra en que descansas. Tus descendientes serán numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás por todos lados: al oriente y al occidente, al sur y al norte. En ti y en tus descendientes serán benditas todas las naciones. Yo estoy contigo, Te protegeré a donde vayas y te haré volver a este lugar. No te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho”. Despertó Jacob de su sueño y dijo: Yavé está realmente en este lugar y yo no lo sabía. Tuvo miedo y dijo: Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la Puerta del Cielo.

Se levantó muy temprano, tomó la piedra que había usado de cabecera, la puso como ´pedestal y derramó aceite sobre ella. Jacob le puso a ese lugar, que correspondía a una ciudad llamada Luz, el nombre de Betel. Jacob hizo una promesa: Si Dios me acompaña y me protege en este viaje que estoy haciendo, si me da pan para comer y ropa para vestirme, si permite que vuelva sano y salvo a la casa de mis padres, si en una palabra, Yave se porta conmigo como Dios, entonces la piedra que he levantado como pedestal será Casa de Dios y de todo lo que me dé le pagaré la décima parte”.

¿Por qué no pactar con el Dios vivo como hizo Jacob?

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