Podría escribir una crónica del Miss Universo 2002 debido al logro que alcanzó nuestra representante, Justine Pasek, quien quedó de primera finalista.
Sin embargo, trataré de ser directo respecto a mis apreciaciones sobre el concurso de belleza celebrado el 29 de mayo en Puerto Rico.
Me tomo el atrevimiento porque estoy seguro de tener un ojo clínico ese exquisito gusto para seleccionar siempre lo mejor.
Pero cuando se trata de escoger todos los años a la señorita más hermosa del universo, no solo me basta el ojo clínico, también tomo en cuenta los numeritos y el factor sorpresa.
Dicho en otras palabras, los numeritos son los puntajes que dan los jueces a las señoritas; aquí la matemática, como siempre, es exacta; mientras que el factor sorpresa se da por sí solo esa noche y nadie lo puede controlar.
Quien conoce a Justine sabe lo bien preparada que estaba de esto hablo después y por eso nadie dudaba de los buenos resultados que obtendría; sin embargo, lo único que me preocupaba era ¿a quién buscaba la organización Miss Universo en esta ocasión?... esto solo lo revela el puntaje que obtienen en las entrevistas.
Reservo para otra ocasión mis comentarios acerca de la opinión de algunos lectores que dejaron en mi buzón electrónico la percepción de que el Miss Universo es, además, un evento diplomático. Es decir, que está condicionado por las relaciones de Estados Unidos con los demás países.
Ahora bien, volviendo al concurso del miércoles 29, mi ojo clínico decía, en efecto, que Justine se mereció la clasificación dentro de las 10 finalistas.
Sin embargo, me hicieron ruido los puntajes que obtuvo por el vestido de noche y el de baño, 8.92 y 8.79, respectivamente. En esos momentos no hallé una justa razón por la que el jurado la calificó por debajo del 9.
¿Será que no les gustó el peinado o el vestido?, nos preguntábamos. Aquí aprovecho para dejar claro lo siguiente: la presentación de Justine fue, simplemente, espectacular de pies a cabeza.
Aun así, ¿cómo pudo el jurado darle bajos puntajes a la señorita más auténtica, con más camaradería y la más hermosa entre las finalistas?
Entonces, y para nuestra satisfacción, ella quedó dentro de las cinco. Los numeritos lo aseguraban. Ahora, una vez entre las cinco, solo era cuestión de continuar siendo ella: auténtica. A pesar de ello, era claro que la corona ya tenía dueña: una rusa.
Quienes de alguna manera conocemos a Justine, sabemos que es madura y disciplinada.
Nunca se podría esperar de ella la tradicional respuesta inteligente, común entre las reinas de belleza.
Y aquí hacemos un paréntesis para recordar a Lía Victoria Borrero, quien en 1997 quedó entre las seis finalistas del mismo certamen. Lo común entre ambas: la preparación y la madurez.
¿Pero esto quiere decir que existe una fórmula para las futuras aspirantes? Nadie sabe, excepto la organización Miss Universo.
Por nuestra parte, preferimos la reflexión que Lía y Justine alguna vez dijeron: la primera, que estaba acompañada de un angelito; y la segunda, sentía que estaba bendecida.
Justine proyectó hasta el último segundo que es una verdadera reina.
