Dado que obviamente cada individuo es distinto a los demás, no hay tal cosa como el interés de todos. Entonces, necesariamente el interés general es el interés de algunos, no de todos. Ese conjunto llamado algunos puede ser una mayoría o una minoría, pero nunca equivale a todos. Esto hay que tenerlo claro.
Pues bien. En democracia se considera que el interés de la mayoría es el que debe primar siempre. Pero la sola circunstancia de que una posición sea mantenida por la mayoría, ¿la convierte en la posición justa? La mayoría de la gente en Alemania durante la década de 1930 consideraba justo segregar a todos los individuos no arios. ¿Eso hace justos los ghettos? Por ello es que Benjamín Franklin decía que la democracia consiste en dos lobos y una oveja votando para decidir qué cenar. ¿Debe la oveja obedecer sumisa la decisión mayoritaria en tal caso?
Vemos entonces que lo del interés de la mayoría no es el santo grial de la diferenciación entre las restricciones necesarias y las abusivas. Lo único que puede servirnos para diferenciar las restricciones justas de las injustas, es la regla consistente en que solo es legítimo restringir la libertad de un individuo cuando esto es necesario para garantizar a los otros individuos el mismo grado de libertad. Así, se limita la libertad de Juan a construir bombas nucleares en su casa, porque pone en extraordinario peligro la vida y la libertad de Pedro, su vecino. No por ningún bienestar del colectivo, pues como sabemos, el concepto de interés del colectivo también se presta para prohibir a Juan que pinte cuerpos desnudos en un lienzo, aduciendo la protección de una hipotética moral colectiva, aunque con su pintura Juan no perjudique la libertad de nadie en particular.
Toda ley que no cumpla con el criterio anterior es ilegítima y abusiva. Cuando el legislador le dice a usted que no puede hacer tal o cual cosa en su propia casa u oficina, porque supuestamente afecta el interés social, en realidad es porque él tiene un interés particular en prohibirle a usted la actividad en cuestión. Hay que tener presente que los burócratas tienen una tendencia grande a acumular bienes públicos. Porque en la medida en que controlan bienes públicos, controlan también quién tiene acceso y quién no tiene acceso a esos bienes públicos. Y dado que controlan esto, están en posición de vender favores a cambio del acceso a los dichos bienes públicos. Allí es donde surge la coima, el tráfico de influencias y otras formas de corrupción.
Además, la ley debe ser de aplicación neutra. Es decir, no debe buscar el beneficio de unos en detrimento de otros, sino que debe ser de igual aplicación para todas las personas, sin distinciones de clase social, económica, política, religiosa, edad, raza o sexo. Desde que la ley entra en tales tipos de diferenciaciones, se está vedando inmediatamente la libertad de aquellos a quienes se pretende cargar con las restricciones, porque lo que se busca con ello es que otro pague la cuenta. Ejemplo, los subsidios, los privilegios, los fueros y las vacas sagradas de toda clase.
¿La solución? No otorgar monopolios de poder a los políticos. No darles la discreción de decidir por nosotros lo que podemos hacer y lo que no podemos hacer con nuestras vidas y nuestras propiedades. Pero para esto debemos también entender que nuestros problemas debemos resolverlos nosotros mismos, y no pretender que el gobierno nos resuelva. Porque precisamente con la excusa de resolver los problemas del pueblo, es que estos señores se arrogan el poder de decidir por nosotros, y de eso ya conocemos los resultados.
La libertad individual implica responsabilidad individual. No es dable exigirle a otro que se encargue de suplir nuestras necesidades a su propio costo, y a la vez pretender ser libres. El que paga la cuenta decide qué se come, cómo y cuándo. Por mi parte, yo decidí hace tiempo, y prefiero mi libertad a toda costa. Usted también debe elegir. Pero si escoge esperar a que el Estado o los políticos le resuelvan, entonces después no se queje de los abusos que estos cometan en su contra.
