Xavier Sáez-Llorensxsaezll@cwpanama.netMe dejaron. Intuyo que mis críticos estaban esperando la otra mitad para descargar sus pasiones. Los complaceré.
No cometerás adulterio. Este mandamiento puede provocar una sonrisa pícara a más de uno(a). En sus inicios, los hombres tendían hacia la poligamia ya que era una forma de asegurar descendencia, traer fuerza laboral para beneficio familiar y convertirse en los grandes patriarcas, adorados y envidiados por el resto del pueblo. Posteriormente se fue instalando la monogamia, especialmente en familias poderosas, ya que se debía asegurar que la herencia fuera destinada solamente a los hijos legítimos, procedentes de una mujer considerada propiedad exclusiva del jefe de familia. Esta ley machista favorecía a los hombres ya que los castigos y las miradas acusadoras se cernían exclusivamente sobre las mujeres adúlteras. Al promulgar este mandamiento, Moisés no pareció presentir que, en el mundo moderno, los divorcios estarían a la orden del día, las mujeres –con justa razón– serían tan infieles como los hombres, las niñas y adolescentes se embarazarían frecuentemente, las relaciones homosexuales serían mejor aceptadas y la deslealtad sexual con tu pareja no se consideraría necesariamente sinónimo de desamor.
No robarás. Moisés fue demasiado inespecífico con este mandamiento. Parece un buen precepto, pero faltó definirlo con precisión. El no intuyó que ahora se encarcelaría al humilde padre que roba un trozo de pan para nutrir a sus siete retoños, pero se perdonaría –mediante triquiñuelas jurídicas y sobornos– al político o empresario que drena millones de dólares de las arcas estatales. El se hubiese avergonzado al enterarse de que los gobernantes actuales utilizarían su astucia para ocultar el dolo en helicópteros submarinos, en frigoríficos hogareños, en partidas acuñadas como discrecionales o en fundaciones privadas ajenas a fiscalización jurídica. Tampoco ahora se roba solo dinero. Se roba o secuestra a miembros de una familia; se plagian ideas, patentes y derechos de autor; se sustrae la inocencia sexual de niños por pederastas, muchos de los cuales se esconden detrás de túnicas eclesiales u otras posiciones de poder.
No levantarás falsos testimonios ni mentirás. Con este mandamiento Moisés nos condenó a todos. Debió permitir la mentira piadosa o de poética consecuencia. Es probable que el habla haya emergido para ocultar mejor nuestros pensamientos peligrosos. El nunca imaginó la proliferación de agencias de publicidad engañosa, timos por internet, periódicos comprados, políticos demagogos, abogados protegiendo a mafiosos o gobernantes que afirmarían, falazmente, haber cumplido a cabalidad con una altruista agenda social. Hay mentiras que solo le importan al ámbito privado, por ejemplo cuando Clinton negó que su lingüística relación con Mónica fuera sexo. Hay mentiras que matan a miles de inocentes, como las de Bush sobre Irak. Debo también mencionar las calumnias que se generan cada día para ensuciar la reputación de gente decente.
No desearás a la mujer del prójimo. Este mandamiento se hubiera podido obviar. Primero, porque la ley inicial denigraba a la mujer al colocarla al mismo nivel del asno y la casa. Segundo, porque no veo nada malo en deleitarse con la belleza de otra persona. A toda mujer le gusta ser deseada, pero esa vanidad también la posee el hombre. En estos tiempos feministas, esta ley discriminadora habría provocado una huelga. Ninguna mujer es propiedad del prójimo. La mujer tiene el mismo derecho de desear al hombre de la prójima. Hay también hombres que desean al hombre de la prójima y mujeres que suspiran por la mujer del prójimo. Quizás, a cierta edad muy madura, uno admira más la inteligencia o creatividad de otra persona, pero a edades tempranas la gente se fija más en la belleza física del otro. Con todos esos vestidos provocativos que se lucen en la actualidad, resulta difícil mantenerse en estado vegetativo. En todo caso, sería mejor prohibir fornicar a cualquier adulto(a) sin su deseo y consentimiento. A propósito, muchas personas hipócritas que ahora proclaman ser acérrimos siervos de Dios tienen antecedentes caninos de infidelidad.
No codiciarás los bienes ajenos. La codicia es el vicio más arraigado en la sociedad y probablemente la raíz de la mayoría de los males que la aquejan. A mucha gente le fastidia que el vecino sea más rico, más prestigioso, más inteligente, más guapo o tenga más propiedades. Si esta envidia no es excesiva, puede resultar beneficiosa porque el individuo intentará emular o competir sanamente con el otro por sus anheladas metas. El problema es que estos bienes intenten ser obtenidos a través de robo, engaño, coima o denigrando al prójimo para ascender de forma egoísta y ruin. Nuestra sociedad, desafortunadamente, está plagada de individuos de esta última estirpe. No veo nada malo si los bienes acumulados han sido alcanzados de forma legal, ya que esto contribuye a la mayor productividad de los individuos. No obstante, estos afortunados seres deberían propiciar la solidaridad con los desaventajados, promover la educación universal para que otros tengan la misma oportunidad y diseñar fórmulas para lograr una mejor distribución de la riqueza. Para que toda la humanidad aspire a una vida digna y placentera, habría que intentar igualar hacia arriba y nunca hacia abajo.
Está claro que los mandamientos fracasaron en su intento de regular la conducta de los habitantes del planeta. La razón más probable es que fueron elaborados por un privilegiado individuo para regir inicialmente a un grupo selecto de súbditos. Para lograr la paz mundial, propongo que creyentes de todas las religiones del mundo elaboren nuevos mandamientos, bajo la imagen ecléctica de un Dios universal que satisfaga las convicciones de todos los involucrados. Los agnósticos, mientras tanto, seguiremos luchando independientemente por la solidaridad, bienestar y convivencia pacífica de nuestra sufrida especie.
