Seré sincero con los lectores: a título personal creo en la mano dura que implantó la ex presidenta Moscoso. Asimismo creo en la mano amiga que instrumenta el presidente Torrijos. Pero esas dos manos, así nada más, no es mucho lo que puedan hacer. Deben trabajar de manera sinérgica. Deben ser rítmicas en su andar. La mano dura reprime; la mano amiga debe ir al fondo del problema. Pienso que ambas manos, trabajando la resiliencia de los individuos, pueden lograr los objetivos de rescatar a la juventud rescatable de los barrios marginados.
La resiliencia es un concepto relativamente nuevo de la sicología humanista para explicar casos de individuos, familias, pueblos y Estados que han podido superar situaciones violentas, ambientes conflictivos y crisis diversas, y que con apoyo externo, comprensión y autoestima elevada, superan tales condiciones alteradas y logran dominar la negatividad para elevarse a situaciones de paz, conciliación y tolerancia.
La resiliencia es la capacidad de las personas –niños, jóvenes, adultos, familias, comunidades, etc.– de superar los entornos hostiles, violentos y de conflictos en donde viven y desarrollan sus actividades.
Se le define, a grandes rasgos, como la facultad que desarrollan los individuos para hacer frente a las adversidades, a la hostilidad y a entornos familiares deshechos.
Se ha descubierto que cuando una persona tiene algún apoyo de alguien que lo acuerpa, lo ama, lo respeta y lo anima, eleva su autoestima y la confianza en sí misma, lo que le permite poner un muro de contención a la malignidad y negatividad, y salir airoso. Se dice que ese individuo se ha hecho resiliente. En nuestro país –en nuestro propio entorno– podemos constatar, entre amigos y amigas, muchos y muchas profesionales de la medicina, el derecho, la contabilidad, la administración, etc., que pudieron hacerse resilientes ante el ambiente de violencia doméstica; los conflictos vecinales; las comunidades hostiles en virtud de las drogas; la promiscuidad y la prostitución, y lograr salir adelante.
En lo personal colaboro con la Asociación Guillermo Andreve Icaza, organización sin fines de lucro que dentro de sus obras –las cuales no publicita ni se permite propaganda alguna– brinda almuerzo diario a un grupo de niños y niñas de un colegio cercano a su sede. Son estudiantes de básica procedentes de familias que, según las estadísticas, no tendrían ninguna oportunidad de mejorar su conducta, que no era la mejor cuando comenzó este programa. Al principio se observó en estos niños que comían con ansiedad, como si alguien fuera a disputarles el plato, y lo hacían sin ningún orden o disciplina. No obstante, muy pronto se observó un cambio gradual en su conducta. Y es que se les enseñó que eran personas tan respetables como los adultos que los atendían; se les enseñó sobre la existencia de valores; el de la dignidad el primero. Se les enseñaron buenos modales de convivencia, autoestima, tolerancia y confianza. Es decir, se les enseñó que ellos, con una mano amiga, pueden salir del entorno intolerable en que viven. Este programa, junto con evaluaciones de salud, se viene haciendo desde hace más de tres años y ya es notable que varios de sus beneficiarios han mejorado su conducta y las notas en sus escuelas, al punto de ganar becas gracias a sus méritos y buenas calificaciones.
La Asociación Guillermo Andreve Icaza tiene el proyecto de fortalecer la resiliencia de los niños, niñas y jóvenes, capacitando a docentes y padres de familia en este concepto para colaborar con la mano amiga del presidente Torrijos. Lo planea hacer en colaboración con el Ministerio de Educación, el de Salud, y el de la Juventud y Familia, y piensa involucrar a la empresa privada, los organismos de financiamiento, las ONG que se opusieron a la mano dura sin presentar ninguna alternativa y al parecer solo para criticar y clamar por la resocialización sin decir cómo hacerlo. Esta es la oportunidad de ayudar a nuestra niñez con una fórmula que muestra resultados positivos. Ojalá que la idea tenga acogida y encuentre apoyo moral, espiritual y alimenticio. Las niñas, los niños y los jóvenes de nuestro país en potencial riesgo severo, es decir la sociedad panameña, lo necesitan.
