Máquinas tragamonedas, caso de inequidad: Eduardo Ríos Lasso



En los últimos meses he leído notas periodísticas y visto entrevistas en noticieros matutinos sobre la proliferación de salas de máquinas tragamonedas en Panamá. Me llamaron la atención dos entrevistas acerca de la nueva propuesta de regulación de estas. La discusión era si la que se propone era justa, que si había falta de igualdad con un grupo y lo afectaba, etc. Yo solo pensaba: “Pobre país”, porque aquí los afectados son otros.

Lo único en lo que estuve de acuerdo es que en esa ley no solo hay desigualdad, sino inequidad, y ¡mucha! Pero no entre ellos ni con ellos, sino de ellos –con el aval del Gobierno– hacia los sectores más vulnerables de Panamá. Es un negocio que contribuye a la marginalización de poblaciones vulnerables e incrementa la desigualdad con un alto costo social y económico.

¿A qué me refiero con sector vulnerable? Me refiero a sectores con pobreza, desempleo, bajo nivel educativo y criminalidad, entre otros. Se multiplican en lugares, como Pedregal, San Miguelito, Calidonia y Tocumen, y después del puente hasta en La Chorrera, Arraiján y otros sectores del interior del país. Se esparcen, no como un lucrativo negocio, sino como un cáncer que está haciendo metástasis en todo el país. Su éxito es el signo de que vamos por muy mal camino.

Es ya conocido que las poblaciones que viven bajo estas circunstancias tienen mayor tendencia a apostar lo poco que tienen, con la esperanza de obtener una ganancia que mejore su situación. Además, muchos de ellos desarrollarán adicción a las apuestas (Cunningham-Williams and Cottler, 2001). No proliferan en aquellos sectores en los que sus residentes tienen alto poder adquisitivo y mejor educación, porque ellos saben que no harán negocio. Los dueños de estos negocios son conscientes de esto y las autoridades, también.

Se ha comprobado la relación directa entre la adicción a las apuestas con el alcoholismo, la violencia, el crimen, el aumento de estrés, la baja productividad laboral y la pérdida de trabajos. (Petry et al, 2005). Sin mencionar los problemas de salud que genera (Morasco et al, 2006).

Las salas tragamonedas son un factor que contribuye a la inequidad y a que un sector de nuestra población permanezca como está: pobre, improductivo, mal educado y con problemas sociales que se profundizan. Produce la ruina de familias.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la equidad es la ausencia de diferencias evitables o remediables entre grupos de personas, ya sea que esos grupos se definan social, económica, demográfica o geográficamente. Dicho de otra forma, es cuando cada persona tiene la misma oportunidad de alcanzar su máximo potencial en igualdad de condiciones, y no hay nada ni nadie que lo prevenga de llegar a ello, por estar en cierta posición social u otra circunstancia que sea determinada socialmente.

Al final todos vivimos dentro de un mismo territorio y aunque algunos se aíslan del resto, a todos nos afecta. La pobreza no solo se previene combatiendo la corrupción, sino también brindando igualdad de oportunidades y eliminando todo lo que prevenga que ello ocurra. Siempre habrá quienes tendrán más dinero y otros, menos. Unos emprendedores serán exitosos, y otros más conformistas con lo que tengan. Es algo normal, pero que la diferencia se haga mediante el esfuerzo de cada uno, de acuerdo a sus talentos, capacidades, y no por falta de oportunidades u obstáculos colocados solo por el hecho de su circunstancia social.

Al final no debe importar qué tanto dinero paguen en impuestos o los pocos trabajos que puedan generar, pues esto se hace a expensas del deterioro de la salud de los panameños. Son impuestos que provienen de la pobreza y la miseria que hay aquí en Panamá, de los que menos tienen.

Aunque muchos países han prohibido las máquinas tragamonedas por razones religiosas, otros (como Holanda y Dinamarca) lo han hecho, simplemente, por sentido común. Saben que es un mal negocio porque, a largo plazo, producirían daño a una parte de su población.

Decisiones como estas son comunes en países en donde sus ciudadanos son tratados con igualdad de condiciones y, usualmente, hay mayor cohesión social entre la población.

Tomando en cuenta lo dicho, ¿no piensan que el debate debería ser cómo sacar las máquinas tragamonedas de estos sectores y que nunca regresen?

Una decisión como esta de verdad sería poner “al pueblo primero”. ¿No les parece?

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