En el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la palabra mentiroso se le atribuye a la persona que “tiene la costumbre de mentir” y mentir: “decir o manifestar lo contrario a lo que se sabe, cree o piensa”; pero no se encuentra a las que dicen mentiras permanentemente.
Tampoco se ajusta a la mitomanía: “Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciéndola, la realidad de lo que se dice”, aunque el que dice mentiras permanentemente cae con frecuencia en lo último. Entonces, como no existe en nuestro diccionario la palabra para designar al que dice mentiras permanentemente, me voy a tomar la licencia, como escritor, de proponer el verbo martinelear.
Nuestro idioma no permanece estático, es como la ciencia que necesita renovarse frecuentemente. Hay palabras que se abandonan por desuso y hay otras que aparecen por su uso diario. La palabra abuelazón la popularizó en nuestro país Gil Blas Tejeira y llegó a ser un vocablo de uso tan común que ya está incluido en la Academia Española de la Lengua. Su uso es universal. Las razones por las cuales me permito esa licencia son harto conocidas por los panameños, por lo que no voy a listarlas, trabajo que me tomaría varios tomos.
Mientras que el mentiroso puede dejar de serlo cuando a bien lo tenga, el que dice siempre mentiras no tiene esa facultad. La otra diferencia es que el mentiroso distingue las denominadas “mentiras piadosas” (de esas que no ofenden a nadie), de las que pueden causar daño; en tanto que para el otro son indistinguibles.
El tema de las mentiras forma parte de la conducta humana. Dentro del campo de los mentirosos patológicos, muchos se vinculan a patologías perfectamente identificables, como la esquizofrenia, los brotes psicóticos en el trastorno bipolar, etc. Me dijo un colega que acaba de asistir a un congreso de psiquiatría dictado por un español, que uno de los temas era el mentiroso patológico.
Mi colega, a quien conozco desde hace muchos años, es muy jocoso y cada vez que tiene la oportunidad de introducir un regionalismo en la conversación, lo hace. Me dice que observe los ojos a estos pacientes. Que cuando los empiezan a enhorquetar es porque dicen una mentira y a esa mentira, va otro enhorcamiento con otra mentira que el paciente ignora si la dijo en otro discurso o en el mismo o nunca antes.
Es habitual que el rápido movimiento de los párpados impida ver el enhorqueteo de los ojos, a lo que los investigadores llaman “tamborileo africano”, porque el ritmo de una frase, es decir, de una mentira, no se pierde, pero cambia al pasar a otra. El 95% de estos pacientes antes de hablar o al momento de hacerlo mantiene un gesto de una inalterable seriedad que muchos atribuyen a una casi imperceptible parálisis del núcleo central del nervio facial, ubicado en el cerebro.
Cuando los pacientes dicen una mentira en forma de broma o chiste los músculos faciales no están en armonía con lo dicho, a lo que los investigadores denominan “el divorcio de la risa”. Al ver mi colega varios videos de un pintoresco personaje criollo, los copió y los va a presentar en el próximo congreso de neuropatología de la mentira, en donde va a proponer que a esta patología se le denomine Martinelear.
No por eso los panameños nos privaremos del gusto de utilizar el verbo para referirnos a las personas mentirosas. “Estás martineliando” equivale a decir “estás mintiendo”. Siempre tuve la intuición que si un panameño no se ganaba un Premio Nobel, su nombre iba a aparecer entre la gente más famosa del mundo. El verbo martinelear será pronunciado por los hispanohablantes hasta que desaparezca el idioma.
Nombre de la obra: Ley Minera. Primer acto: Se sube el telón. Aparece el excelentísimo. Camisilla blanca de uniforme: “La minería es imprescindible para el desarrollo económico del país. Tenemos que aprovechar todos nuestros recursos naturales. Firmaré con orgullo y satisfacción esta ley que nos dará riquezas a todos”. Se baja el telón.
Segundo acto: Se sube el telón. Aparecen los ngäbe buglés en manifestaciones por todo el país. Son reprimidos. Se detienen a varios grupos originarios y miembros de la sociedad civil en la Asamblea Nacional. Toman prisioneros a Paco Gómez y a su compañera Pilar. Aparece el excelentísimo en camisilla blanca de uniforme diciendo que Paco Gómez Nadal es un instigador de los grupos indígenas. Sale una cuña televisiva pagada por el Gobierno en la que advierte que hay grupos de panameños que se oponen a la ley de la minería por oscuros intereses antinacionales. Vuelve a parecer el excelentísimo con camisilla blanca de uniforme: tenemos que apoyar la ley de la minería porque es buena para el país. Deportan a Paco y a Pilar. Se baja el telón.
Tercer acto: Se sube el telón. Aparece el excelentísimo diciendo que él va a derogar la ley porque no cree en la minería. Se escucha un moribundo murmullo: “los locos somos más”. Se baja el telón.
¿Usted quiere ser millonario? Llame enseguida a Atenógenes Rodríguez y conteste cuál fue el verbo que utilizó el excelentísimo en la obra: A. Comer. B. Volar. C. Martinelear. D. Caminar.