¡Albricias! Mel Gibson viene para Panamá (La Prensa, 5 de marzo de 2007). Tiene interés, parece, en filmar acá una película sobre Balboa. Sería -podemos imaginárnoslo- una de esas historietas de pacotilla por las que es famoso -y varias veces millonario- el actor y productor de Apocalypto y La Pasión de Cristo, aquellas sanguinarias trivializaciones de la historia de los mayas y la vida de nuestro Señor Jesucristo, respectivamente. Cuando llegue (Mel, no Jesucristo), lo recibirá el "Maraquero" en el aeropuerto, "Bin Bin" le dará las llaves de la ciudad y el mismísimo "Muñeco" lo llevará a pasear -su entretenimiento preferido- por la costa darienita, tras la pista del sitio donde el Adelantado divisó, por vez primera, las límpidas aguas de la Mar Océana.
Como a Mel le gustan la sangre y lo banal, le tengo una recomendación, que a lo mejor le puede presentar el Can-ciller (quien, anheloso de mayor publicidad para apuntalar su desabrida precampaña presidencial, seguramente no perderá oportunidad para retratarse al lado del celebérrimo actor y cineasta). Es una propuesta sencilla pero -sin duda- taquillera, sobre la cual cedo, desde ahora y públicamente, todo derecho de autor, para permitirles a Mel y sus secuaces criollos hacerse más ricos con el rodaje del largometraje propuesto: uno que narre las aventuras de Pedro Navaja y Yasuri Yamileth.
Identificar y seleccionar a los actores principales y secundarios de la cinta sugerida no sería problema alguno. A Pedro Navaja -el original, el verdadero, the one and only- lo tenemos en el Gobierno y para el papel de Yasuri hay candidatas muy idóneas en el gabinete y la Asamblea. Algunas están más entradas en carnes y otras han sido menos dotadas por natura que la Yasuri original, pero la cosmetología moderna todo aquello lo compone. Lo que importa es el estilo rakataka y ese -bien lo sabe usted- abunda en todas las esferas de la política istmeña tanto como los gallotes en el vertedero de Cerro Patacón.
Nada más con blandir la navaja de Pedro o la gillette de Yasuri bastaría para satisfacer los instintos más básicos de un público ávido de brutalidad. Figúrese usted la emoción de ese público cada vez que Pedro entierre el puñal o Yasuri esculpa su notoria "Y" en el rostro de alguna contrincante. Habría oportunidad, además, para aderezar la cinta con ritmos contagiosos, como las cantilenas asociadas a ambos personajes.
¿Y en cuanto a la temática de la película, qué me dice usted? Ese no sería problema alguno, pues acá abundan los incidentes de maleantería y latrocinio que podrían servirle a Mel de fuente inagotable de inspiración. La robadera sin tregua, la violencia doméstica, los chanchullos, las estafas y los homicidios son, en nuestro medio, el pan nuestro de cada día. Si usted se distrae un minuto, le sacan la cartera y si no se distrae, se la arrancan con forzamiento, tras propinarle un manducazo. Si deja su casa sola, se la desvalijan y si no la deja sola, lo asaltan dentro de ella a mano armada. (De todas formas la calavera es ñata, dirían mis antepasados.)
Dos (¡dos!) cajeros automáticos han sido desmontados, con todo y su contenido de dinero en efectivo y ninguna autoridad se pronuncia sobre el particular o aplica alguna medida al respecto. (El robo de un cajero automático sería, por cierto, una escena fabulosa para la película de Pedro y Yasuri). Los maleantes de todos los niveles y pelajes operan con la mayor impunidad, porque las instituciones llamadas a mantener el orden y la justicia democrática no funcionan. ¿Y cómo van a funcionar, si la papa nueva -autoritaria y corrupta- y sus antecesores se han dedicado a socavarlas? El sistema judicial es inoperante; el Ministerio Público no tiene otras funciones que las de perseguir a los adversarios del Gobierno y servirle de plataforma publicitaria a una de sus titulares; la policía solo cuida a los influyentes, dejando al resto de la ciudadanía en permanente estado de indefensión; la PTJ no es más que un botín político, cuya captura es esencial; las cárceles son una sucursal del infierno y su administración es de lo más cuestionable.
Al Gobierno no le interesa, en lo más mínimo, crear ni promover las condiciones socioeconómicas y educativas necesarias para superar este clima de inseguridad ciudadana, muy a pesar de lo expuesto en el discurso de ascenso al trono que escribió Ritter Sunday. En aquella imborrable ocasión, como lo recordará usted, dijo el "Muñeco": "El país no puede seguir siendo presa de la delincuencia y la inseguridad. Es inadmisible que muchas personas lleguen a sus casas mirando para atrás solo para asegurarse de que no las están siguiendo para asaltarlas. Si no somos firmes, los maleantes ganan la batalla. Pero esa lucha por la seguridad ciudadana tiene que ser integral y no cosmética".
Hoy queda claro que aquello no fue más que demagogia, pues ninguna estrategia tenía (o tiene todavía) la papa nueva para preservar la seguridad democrática y ni proteger la integridad de los ciudadanos. Con lo que les gustan la Naciones Unidas, por lo menos habrían podido ir a pedirles asesoría para elaborar un modelo de seguridad humana, pero ni eso han hecho. Nos queda el consuelo, sin embargo, de que gracias a su enorme ineptitud, han engendrado las circunstancias propicias para que Mel encuentre en Panamá la inspiración que en ninguna otra parte podría hallar. Así pues, en unos pocos años -o meses, quizás- podríamos celebrar la presentación de gala de Las aventuras de Pedro y Yami. Que, como van las cosas en la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, a lo mejor hasta se gana un Oscar.