A veces me divierten las noticias que salen de Panamá. Una de esas tiene que ver con el supuesto descubrimiento de que el dictador alcohólico y sanguinario Omar Torrijos no murió en un accidente, sino que fue víctima de un atentado que, como daño colateral, se llevó al otro mundo a varias personas que lo acompañaban, incluyendo al piloto y copiloto del desafortunado avión De Havilland of Canada Twin Otter. Ese avión explotó mientras descendía para aterrizar en la pista militar de Coclecito, Coclé del Norte.
Cualquier aviador o ingeniero aeronáutico sabe que los aviones no explotan espontáneamente. Explotan, por regla general, porque alguien les plantó una bomba.
En días recientes se ha formado un barullo (La Prensa, marzo 1, noticia y caricatura en ediciones siguientes) porque la muerte del dictador aparentemente nunca se investigó debidamente. El presidente de la Asamblea Nacional, el gobiernista Elías Castillo, horrorizado por la posibilidad de un asesinato encubierto, le ha pedido a la procuradora Ana Matilde Gómez que reabra el caso. El horror del honorable Castillo, quien, si la memoria no me es infiel, representa anémicamente tierras herreranas, se debe a que aparentemente se leyó un libro de un autor extranjero (espero que de vez en cuando Castillo se lea un libro, aunque tal vez eso sea mucho esperar de los honorables).
El libro en cuestión que ha causado revuelo en Panamá es la edición en español de Confessions of an Economic Hit Man (Confesiones de un asesino económico) por el economista y escritor norteamericano John Perkins. Ese libro vio la luz en Estados Unidos en el 2004 y ha tenido gran éxito y personalmente me es de gran interés porque revela verdades de finanzas internacionales que yo he venido divulgando por muchos años (como las mordidas que reciben funcionarios de paisitos pobres para aceptar préstamos innecesarios que son despilfarrados en proyectos absurdos que le salen costando un ojo de la cara a los pobres ciudadanos de esos paisitos). Pero bueno, eso es harina de otro costal. Sigamos con la muerte del dictador.
Da la casualidad que el honorable Castillo ha llegado tarde, pero muy tarde al baile. Eso de que la susodicha muerte fue un asesinato y no un accidente, lo he comentado yo en varios artículos en la prensa y la radio del patio. Otro que ha promulgado esa tesis es el coronel retirado Roberto Díaz Herrera. Es más, un conocido autor nacional escribió un libro en inglés en 1995 que se encuentra en las bibliotecas de Miami, Nueva York, y otras ciudades, y en múltiples universidades norteamericanas (thebookdimension.com), y que fue muy comentado en Panamá, incluyendo la red cibernética (por ejemplo La Carta de Panamá de Juan Manuel Handal), que describe con lujo de detalles el asesinato.
Entonces, cabe la pregunta: ¿porqué cuando un autor nacional con más preparación y mejor investigación escribe sobre el asesinato de un dictador, no se le hace caso, pero cuando lo hace un autor extranjero diez años más tarde, sí se le hace caso? ¿Será porqué el panameño es un acomplejado? Parte del problema radica en que el libro del autor nacional es muy caro, por lo menos para los estudiantes, y encima de eso, para sacarle el jugo a los turistas, hay librerías que le suben el precio. Pero me parece que el diputado Elías Castillo gana un buen salario y bien puede darse el lujo de adquirir un libro caro ocasionalmente. Si hiciera eso, el honorable entendería que no hay nada de nuevo con la aseveración de que la muerte de Torrijos fue un atentado bien ejecutado y que la proposición del "accidente" no tiene mucho peso.
