Maria Laura Araoz DE DPA
HAMBURGO, Alemania. La posición de la cámara es más importante que la postura política. Leni Riefenstahl, una de las cineastas más talentosas y controvertidas del siglo XX resumía así la razón de su vida.
La alemana, una mujer en la que el arte y la política se conjuraron en una simbiosis difícil de escindir, murió el lunes en la nochea la edad de 101 años, después de que su salud empeorara considerablemente y tuviera incluso que someterse a una operación por cáncer.
Durante su larga vida, en la que se mantuvo activa hasta el final, fue admirada y vilipendiada como ninguna otra directora. Algunos dicen que su genialidad no fue apreciada del todo; otros la tacharon de ojo de Hitler, acusándola de haber rodado la mejor propaganda del régimen nazi. Ella, por su parte, se defendió una y otra vez alegando que era una artista y que filmó documentales por encargo.
Leni Riefenstahl nació en Berlín en 1902. Tras una corta carrera como bailarina, actuó en películas en los Alpes, en las que escaló montañas descalza y sobrevivió las más duras condiciones de trabajo, pero que le sirvieron para aprender el oficio del cine.
Poco después fundó su propia productora y se granjeó renombre como parte de la vanguardia cultural de la República de Weimar, e incluso tuvo ofertas de Hollywood.
En 1932 quedó impresionada por el líder nacionalsocialista Adolf Hitler en un acto político en Berlín, tras el cual le escribió para pedirle conocerlo personalmente. No obstante, años más tarde negó esta versión y sostuvo que fue Hitler quien la contactó ese año tras haber visto La luz azul , su debut como realizadora.
Leni Riefenstahl rodó bajo la égida de Hitler sus películas más importantes: El triunfo de la voluntad , sobre el congreso del Partido Nazi en Nuremberg en 1934, y Olympia, una epopeya de dos partes sobre los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936.
Ambas cintas fueron colmadas de premios nacionales e internacionales y son indiscutidas muestras del talento de Riefenstahl y de sus revolucionarias innovaciones como elevar una cámara por el mástil de una bandera para obtener una panorámica del desfile nazi o hacer tomas subacuáticas de los saltos de trampolín en los Juegos.
Al mismo tiempo ensalzaron la idea del nuevo Estado y del hombre-héroe proclamada por los nacionalsocialistas a través de imágenes portentosas de marchas y antorchas, de cuerpos esbeltos y vigorosos.
Riefenstahl es un ejemplo maravilloso de que los conceptos de arte y política no deben ser necesariamente contrarios, sino que se nutren uno de otro, opina el historiador y periodista Lutz Kinkel, autor de una biografía de la cineasta, en una charla con DPA .
Estos dos elementos tuvieron que estar presentes para poder realizar un filme como Triunfo . Debía haber una fascinación infinita por Hitler, por las columnas marchando, por este nuevo Estado; si no, no hubiera podido transportar el mensaje con tanta pasión. Y debía complementarse con un criterio artístico muy alto como para rodar una propaganda tan eximia, afirma Kinkel.
En 1938 viajó a Estados Unidos, donde fue recibida por protestas antifascistas y no encontró distribuidora para sus filmes. Comprendió que nunca podría acceder a Hollywood, que ya había acogido a emigrantes como Marlene Dietrich y Billy Wilder, y que su destino estaba ligado inexorablemente al del régimen nazi. Fue entonces cuando acuñó la leyenda de que nunca supo nada y solo hacía documentales por encargo, explica Kinkel.
De regreso en Alemania, fue enviada al frente en Polonia como corresponsal de guerra, donde fue testigo de una matanza de judíos que la llenó de espanto. Sin embargo, cuando se quejó a Hitler se contentó con la explicación de que se trataba de una medida única y dejó de viajar al frente.
Sangre, cadáveres, violencia eran una realidad fea para una esteta como Riefenstahl, quien participó del ideario nazi, pero cerró los ojos ante las consecuencias de éste, estima el periodista.
Después de la guerra fue encarcelada y le fue confiscado su material fílmico, pero tras varios juicios fue declarada mera simpatizante del régimen nazi.
Sus intentos de retornar al cine en los años 50 se vieron frustrados por falta de productores y acabaron con un accidente en Africa que casi le cuesta la vida. Riefenstahl se refugió en la fotografía y partió a vivir con la remota tribu africana de los nuba, cuya vida plasmó en dos libros de gran éxito editorial.
A los 72 años aprendió a bucear y se dedicó a captar con la cámara la belleza de las profundidades del mar. La alemana se mantuvo activa hasta el final de su vida.