Cómo ha cambiado el escenario mundial desde que 50 Estados consternados por los estragos de la Segunda Guerra con más de 50 millones de víctimas y cuantiosas pérdidas materiales, suscribieran la Carta de Naciones Unidas en San Francisco el 26 de junio de 1945, estableciéndose un sistema mundial para preservar la paz.
En estas circunstancias se dio impulso a la descolonización en África, la reconstrucción europea y a una Guerra Fría inspirada en un bipolarismo que durante medio siglo puso en peligro la existencia de la humanidad.
Con 192 miembros y con una multiplicidad de actores, la ONU enfrenta hoy una complejidad de retos: la prevención de conflictos y la consolidación de la paz, el fortalecimiento del derecho internacional, la defensa de los derechos humanos y el estado de derecho, la seguridad alimentaria, la crisis financiera, la crisis energética, los cambios climáticos, la degradación ambiental y la problemática derivada de las pandemias y la pobreza extrema.
Mientras, persisten conflictos en el Oriente Medio, Asia y África (Corea del Norte e Irán, Afganistán e Irak), el terrorismo, la violencia transfronteriza, el narcotráfico, la delincuencia urbana, la corrupción y los dramáticos flujos de refugiados.
Las consecuencias del proceso de globalización económica impone la tarea de profundizar la democratización del organismo, realizar los Objetivos de Desarrollo del Milenio y las 18 operaciones de mantenimiento de la paz en el mundo, reducir la pobreza extrema y el control del VIH/sida.
Mientras se abren espacios para la diplomacia preventiva, conciliadora y equilibrada, encauzando el consenso para privilegiar soluciones diplomáticas, abogando por el afianzamiento de la paz y la promoción de la cooperación para combatir la desigualdad y la marginación social. Al cabo de 65 años de ininterrumpida y fecunda existencia, la organización mundial ha cumplido con los objetivos esenciales de impulsar el desarrollo, la cooperación, la preservación de la paz, la estabilidad democrática y la prosperidad económica. Sin embargo, en un momento de crucial importancia para el mundo y para el futuro de la ONU, debemos reflexionar sobre los profundos cambios ocurridos desde el fin de la Guerra Fría y las limitaciones funcionales que encara el sistema ante el incumplimiento financiero y la falta de voluntad política de sus miembros.
Nos encontramos ante la paradójica situación de que la ONU, dotada de una asamblea general democrática, precisa también de un Consejo de Seguridad con mayor representatividad geográfica, donde los intereses geopolíticos y estratégicos no mediaticen los consensos y la legitimidad de sus decisiones.
En medio de la incertidumbre global, la pervivencia de las Naciones Unidas y los valores universales de la Carta Fundamental dependerá de su capacidad de renovación institucional para responder al compromiso colectivo de prevenir conflictos, enfatizando en el multilateralismo para acometer los complejos desafíos que conlleva el desarrollo armonioso de las relaciones internacionales.
