Para los que tienen alguna información sobre esta entidad, la misma es simplemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; sin embargo, eso no nos dice mucho sobre sus orígenes, conformación o verdaderas intenciones. La OCDE u OECD, de acuerdo a sus siglas en inglés, nace como tal en 1961, pero tiene su génesis en la década de los años cuarenta con la Organización para la Cooperación Económica Europea. Esta tenía como objetivo principal canalizar la ayuda proveniente de Estados Unidos y Canadá después de la Segunda Guerra Mundial. Desde sus inicios, la citada institución se dio a la tarea de desarrollar economías de mercado fuertes en sus países miembros, de lo que claramente se deduce que no se trata de una entidad de cooperación mundial, sino de una dedicada a satisfacer los intereses de sus miembros. Con respecto a sus integrantes, es importante anotar que hoy en día son 30 países, en su mayoría europeos, con la excepción de Estados Unidos, Canadá, Japón, Korea, Australia, Nueva Zelanda y México.
Al entrar al sitio web de la OCDE, nos percatamos de que la materia tributaria es sólo una más de las múltiples competencias de este organismo, pues se enumeran los temas en los cuales este trabaja activamente y que incluyen la agricultura, tecnología, competencia, educación, empleo, energía, empresas, industria y servicios, salud, información, ciencia, transporte, importaciones, exportaciones, etc. Otro aspecto importante de la documentación que analizamos y que insistimos, es publicada por la propia OCDE, es que reconocen que dentro de sus métodos principales se encuentra la presión de grupo y que su meta inmediata es tener injerencia en más países del mundo y con respecto a la mayor cantidad de materias posible.
Hace muy pocos días el Consejo de Ministros de la OCDE se reunió en París, Francia, y su discusión giró en torno al intercambio de bienes y servicios, la gobernabilidad y el medio ambiente, como siempre, siendo consecuentes con su objetivo de lograr que sus miembros sean cada vez más ricos y poderosos.
De lo expuesto, conceptúo que queda claro que la OCDE no quiere ni tiene la obligación de querer nada bueno para Panamá. Su preocupación son sus miembros y los intereses de éstos priman sobre aquéllos de los que no lo somos. Entonces, ¿quién nos defiende?, ¿no deberíamos ser nosotros mismos?
Mi humilde opinión es que no lo estamos haciendo, pues me parece que los que actúan en nuestra representación están ignorando la vista panorámica del bosque por concentrar su atención en uno de sus árboles. Sustento esta afirmación en el hecho que varios de ellos han dejado entrever que una vez se acceda a los pedidos de la OCDE en materia tributaria y de transparencia, el problema desaparecerá y todos podremos seguir tranquilos con nuestras vidas. Esta suposición desconoce totalmente lo ya planteado sobre los múltiples temas que interesan a la OCDE y sobre su objetivo permanente de llevar a cabo todas las acciones que beneficien a sus miembros a costa de lo que sea y de quien sea. Así mismo, parece no tomar en cuenta y hasta justificar que Panamá tome una medida, no por convicción de que la misma es correcta, sino por una obligación que surge de la fuerza y la intimidación.
El tema tributario, la transparencia y el intercambio de información son sólo el comienzo, por lo que cometemos un grave error si pensamos que se trata de un problema que afecta exclusivamente a un pequeño grupo de abogados y banqueros. ¿Cómo no ver que una vez nos dobleguen en las materias que en el momento les interesan, querrán también concesiones en cuanto a nuestro régimen laboral, de salud, aranceles, zonas libres, transporte, educación, industria, etc.? Lo que es peor, ¿cómo ignorar que nada les impide hacerlo y que el mismo mecanismo de amenazas, presiones y listas negras sirve para cualquiera de sus posibles pretensiones?
Sin embargo, la solución tampoco puede consistir en enfrascarnos en luchas suicidas. Tenemos que combatir inteligentemente y con dignidad, como lo hicimos múltiples generaciones de panameños para lograr nuestra soberanía. La experiencia nos demuestra que los poderosos no respetan ni agradecen la sumisión y mucho menos se conforman si saben que fácilmente pueden obtener más. Es vital entonces que nos unamos como nación, sin complejos ni miedos, para enfrentar la batalla contra la esclavitud, la pobreza y la ignorancia.
El autor es abogado
