Lamento que José Miguel Insulza sea un chileno con larga experiencia política y reconocidas actuaciones en la vida pública de su país. Considero que uno de los errores más serios del gobierno de la Concertación fue haberlo propuesto para el cargo de Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), error que pudiera repetir, con agravantes imperdonables, la coalición de centro-derecha por asumir el Gobierno.
El nuevo presidente anunció esa posibilidad luego de reunirse con el interesado quien, después de cinco años de gestión en línea contraria, se comprometió a cumplir –bien y fielmente– con las obligaciones del cargo. Lo cierto es que no se va a elegir para el cargo a un funcionario que deba estar al servicio de la política exterior chilena, lo cual preocupa con razón a los peruanos, sino a alguien por encima de intereses locales, partidistas o de aspiraciones personales.
La OEA está por concluir los cinco años más pobres de su historia. La gestión del señor Insulza ha sido deplorable con relación al fondo y penosa en lo relativo a la forma y el estilo de sus actuaciones. Esta organización jamás estuvo peor conducida ni tan erosionados los principios y valores que determinaron su fundación. Se colocó al servicio de las malas causas, ignorando incluso los insultos de dirigentes como Hugo Chávez, quien fuera determinante en su elección. El organismo presidido por el señor Insulza no ha tenido el valor, el coraje ni la honradez suficientes para respetar y hacer respetar a cualquier costo, la Carta Democrática firmada en Lima en septiembre de 2001.
Cuando tratamos de entender las razones de tan nefasta gestión, aparecen de inmediato múltiples complicidades, abiertas y encubiertas, con los petrochulos del continente y, en concreto con los gobiernos subversivos de Chávez, su carnal Evo Morales, Daniel Ortega y, en aparente proceso de rectificación, el presidente Rafael Correa. Entre las jornadas más tristes y fracaso más ruidoso, está la cumplida como títere al servicio de Manuel Zelaya por cuenta de terceros, en el fallido intento por liquidar la democracia hondureña.
América no puede repetir el costoso error de hace cinco años, cuando se eligió a José Miguel Insulza frente a un candidato de la dimensión política y humana de Francisco Pancho Flores, ex presidente de El Salvador. El dinero negro de Chávez y la empatía socialista del para entonces presidente de Chile, Ricardo Lagos, influyeron en unos y otros para solventar la pareja correlación de fuerzas existente.
Este continente tiene personalidades que cubren sobradamente las exigencias del cargo. Si las democracias auténticas no asumen la defensa de la Carta democrática y el combate al tráfico de drogas, al terrorismo subversivo, al lavado de dinero sucio y a las alianzas extraterritoriales vinculadas al terrorismo y a las nuevas expectativas en materia de armas nucleares, la OEA habrá perdido definitivamente su razón de ser. Estados Unidos debe reaccionar. Se está equivocando demasiado en temas fundamentales.
