SAN DIEGO, California –Si las danzas de un político bajo investigación por corrupción causaron asombro en Washington la semana pasada, la noticia de que Barack Obama ha ganado el Premio Nobel de Paz este año causó mucho más que asombro el viernes. Fue como una bomba atómica. Hasta el propio Obama rápidamente admitió que no se lo merece, aunque su humildad no sirvió para nada en calmar los ataques de sus críticos.
Soy gran admiradora de Obama pero aun así, “prematuro” fue la primera palabra que me vino a la mente al enterarme de la noticia. Comprendí además que este Premio Nobel abriría una nueva línea de ataque contra Obama por los derechistas, que a mi juicio están desplegando un nivel alarmante de hostilidad. El comentarista Rush Limbaugh dijo que el premio es confirmación de que “las elites del mundo... amarían un Estados Unidos debilitado, castrado, y esta es su manera de promover ese concepto”. Los derechistas interpretaron (correctamente) que este galardón a Obama es una bofetada a George W. Bush.
No hay duda de que el Instituto Nobel quiso honrar a Obama por el nuevo giro a las políticas estadounidenses que él ha dado. Sus representantes lo dijeron explícitamente el viernes. Al anunciar el premio, Thorbjorn Jagland, jefe del comité seleccionador, dijo que se desea reconocer que “Obama ha hecho esfuerzos extraordinarios para fortalecer la diplomacia internacional y cooperación entre pueblos... y [por] su visión de un mundo sin armas nucleares”. Agregó que “Obama ha creado un nuevo clima internacional, con énfasis en el rol de las Naciones Unidas y otros organismos multilaterales... devolviendo la diplomacia multilateral a una posición central. (Privadamente, yo creo que los suecos tienen otro motivo por haberse apresurado a darle el Premio Nobel a Obama, pero es un motivo que nadie quiere decir en voz alta, menos aun en blanco y negro).
Mientras tanto, Pew Research on Global Attitudes (una organización no gubernamental que hace sondeos globales) emitió el viernes un comunicado señalando que es innegable que Obama ha cambiado dramáticamente la imagen mundial de Estados Unidos. En contraste con el repudio internacional de Bush, 93% de los alemanes confía en que Obama “hará lo correcto” en cuanto a las relaciones internacionales. Igual piensa 91% de los franceses, 72% de los españoles, 86% de los ingleses y 85% de los japoneses; pero ese respaldo disminuye entre países latinos (61% en Argentina, 76% en Brasil, 55% en México) y se cae al piso en países musulmanes.
Entre su propio país, solo 74% de los estadounidenses expresa esa confianza en Obama y 63% indicó en un sondeo de MSNBC el viernes que Obama no merece el Premio Nobel. Esa cifras reflejan no solo la furia de los derechistas y el sentir general de que este premio es prematuro, sino también las criticas izquierdistas del manejo que Obama está dando a la guerra en Afganistán.
Por otro lado, descubrí el viernes que varios ganadores en el pasado del Premio Nobel de Paz son figuras conocidas en Panamá. Por ejemplo, el presidente Teodoro Roosevelt ganó en 1906 por haber negociado el fin de una guerra entre Rusia y Japón. En 1912, Elihu Root (secretario de Estado y Guerra bajo Roosevelt) ganó por su promoción de arbitraje internacional como mecanismo para resolver conflictos. Y en 2002, el presidente Jimmy Carter ganó por suesfuerzo de resolver el conflicto entre Israel y Palestina y por su supuesta dedicación a los derechos humanos.
El Instituto Nobel no mencionó lo que Carter había hecho en Panamá, y Carter lo omitió del discurso de aceptación. Pero yo dediqué una columna al Nobel de Carter, bajo el titular “Un premio inmerecido”. Todavía pienso así.
Corrección: La semana pasada, escribiendo de “políticos danzantes”, puse incorrectamente el nombre de uno de ellos. Es Tom DeLay (no Delay).
