Operación Mangosta

Luego del fracaso de Bahía Cochinos, descalabro que ensombreció la administración Kennedy, se creyó que eliminar a Fidel iba a ser fácil. Para ello se ideó un plan al que bautizaron Operación Mangosta. Un plan concebido entre la administración, la CIA e incluso con la cooperación de la mafia. Hombres como Johnny Roselli, Sam Giancana se sumaron al jefe de la mafia en Florida, un tipo de nombre muy curioso: Santos Trafficante, con el solo propósito de asesinar a Fidel Castro. A cargo de esta operación estaba el general Edward Lansdale, a quien un día ante tantas decepciones se le ocurrió la genial idea de crear rumores, al punto de hacerle creer a los cubanos que Fidel era el anticristo. La historia no esconde nada, y devuelve lo que la contamina; sería absurdo no ser consecuente y querer ver blanco donde es rojo, y viceversa.

Decía un ministro del Interior, Ramiro Valdés, que a Fidel han intentado matarlo muchas veces, pero la que más cerca estuvo, según él, fue una vez que un camarero pagado por la CIA intentó echarle una cápsula de cianuro en una malteada que acostumbraba tomar en la cafetería del hotel Habana Libre. Sucede que la píldora estaba congelada y al mozo se le rompió y se puso tan nervioso que se desentendió del asunto. Con el pasar del tiempo esta Operación Mangosta se desarticuló; algo tuvo que ver definitivamente la crisis de los misiles donde EU se replanteó sus intenciones hacia la isla. Fidel ha tenido muchos enemigos, los Posada Carriles no son nuevos, siempre los ha habido y él los conoce. Pero en sus propias palabras Frank Sturgis, quien intentó asesinarlo una vez, o quizá varias, fue calificado por él como el mejor y más peligroso agente de toda la historia de la CIA. Quizá sea un crédito estos elogios viniendo de Fidel, sin embargo este agente fue uno de los cinco hombres que fueron detenidos en 1972 acusados de robar información de las oficinas del Partido Demócrata, en el histórico edificio Watergate. De los cinco, cuatro eran anticastristas de Miami.

Con el pasar de los años reiteradamente los cazarrecompensas han salido por su presa, son cada vez menos efectivos, y más ancianos, lo que da a entender que la bala de plata que mate al viejo lobo debe tener acuñada la fecha de la revolución, y mejor si es disparada por un contemporáneo. Yo no quiero hacer de Fidel un mito ni tiranizar a los que le atacan, solo quiero decir que mientras nuestro territorio sea usado como pasto para sus diferendos, ellos y la comunidad internacional deben esperar de Panamá imparcialidad si sus planes son frustrados. Dejar claro que nosotros no buscamos involucrarnos. Fueron ellos los que decidieron su destino, nos toca respetarlo y aplicar nuestras leyes con justicia y sin miramientos. Sin embargo, con la acción del gobierno nuestro país, sus autoridades y el pueblo han pasado a ser “enemigos de la libertad y encubridores de asesinos”. Estamos en la mira de un grupo de resentidos que hoy se sienten burlados, pues para ellos no hay razón para echar por tierra lo que se ganó en los tribunales. Tribunal que entendió perfectamente la diferencia entre un mafioso delincuente común y un mártir de la democracia. Hoy, cuando el mundo está parcelado por el terror y liderado por ilotas del mal que no conocen de tiempos ni fronteras, graciosamente nos salimos con un chiste, queriendo hacer ver que no ha pasado nada. Es cierto que Martín Torrijos no es responsable de ello y que más temprano que tarde ese nudo se va a desatar, por ello no debe precipitarse y lo mejor es que dedique sus mejores días a los problemas que ha heredado. Los indultos a los anticastristas vinieron a sellar una administración tiralevita y a erigir un muro entre los que creen que la libertad se negocia y los que saben que ella se gana.

Quizá con Martín este hecho no se hubiese dado, y verdaderamente no hubiera pasado nada. En Atlapa se refirió a ello y se comprometió en su discurso a restaurar las relaciones con Cuba. El eco de su promesa sin duda llegó a Washington, lugar donde nos dieron a guardar un paraguas. Y que esto no se entienda como una invitación para conciliar ni alimentar rencores; simplemente no pasó. El contacto con Fidel es inminente para remendar lo que se rompió, pero no sé si un esclerótico líder de esa otra revolución sabrá con quién está hablando. Torrijos quedará más enredado si a Fidel se le ocurre preguntarle ¿dónde estuvo todo este tiempo? Los días para el octogenario están contados y a estas alturas hablar de indultos o fueros en su caso no sirve de nada, su frase –copiada– del 53, al terminar el juicio por el asalto al cuartel Moncada: “la historia me absolverá” será materia de estudio para los que se desgranaron en vida por él. Pero a nuestra ex presidenta que se atrevió a dar ese paso, no sé si la historia algún día la indulte.

El autor es abogado


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