Orgía, dice el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es la fiesta en que se come y bebe inmoderadamente y se cometen otros excesos, o la satisfacción viciosa de apetitos o pasiones desenfrenadas. Esto es una excelente descripción a lo que nos imponen buscando el desarrollo económico "hacia el primer mundo", a cualquier costo humano, de valores y ambiental.
Llamar "gula" al fenómeno inmobiliario desenfrenado y voraz que vende patrimonio como el Parque Camino de Cruces para beneficio mercantil de bienes raíces, es poco. Es una orgía inmobiliaria que arrasará con todo patrimonio natural e histórico que se le interponga.
Al frenesí inmobiliario se suma hacer del Canal y su cuenca acuática una vulgar tubería petrolera u oleoducto, a riesgo que por fallas como derrames y fugas las fuentes de agua potable de la capital y de Arraiján se contaminen; les vale más el líquido negro para alimentar insaciables motores económicos foráneos, que preservar la riqueza del líquido vital para el bienestar de los panameños.
Comprendo a algún trabajador de la construcción que esta orgía de construir para el residente extranjero no se detenga, a pesar del interés de quienes sí respetamos tu calidad de vida y de la de todos y el medio ambiente. Este frenesí de construcción es insostenible financiera y humanamente, y los mismos obreros serán seriamente afectados. En el Canal, la experticia en construcción de grandes esclusas o piscinas de recuperación de agua, prevalecerá sobre el que pega bloques o vacía concreto en edificios. La carrera inmobiliaria desacelerará porque no habrá (ni permitiremos) proliferación de cementeras que acaben con el aire respirable de todos. Los jubilados millonarios que ocuparán esos edificios son pocos, y muchos preferirán jubilarse en lugares más paradisíacos que la caótica ciudad de Panamá. Algunos han venido y analizado el caos urbanístico y no se han engañado por promotores que los traen como ganado aéreo a los resorts locales y los pasean en buses de lujo; se han arrepentido y buscan otros destinos o se unen a la lucha ambiental en contra de más destrucción. Una cinta costera mal planeada no convencerá. Tampoco aplacará la voracidad de convertir más fondo marino en bienes raíces. Rellenarán el mar más allá de la cinta para hacer más torres y edificios y talarán los parques nacionales Metropolitano y Camino de Cruces como una marabunta -población masiva de hormigas migratorias que devoran a su paso todo lo comestible que encuentran-. Para los que quieren que esta orgía siga a pesar que tres mamotretos fracasaron en rascar los cielos, el patrimonio de la nación no es para las futuras generaciones, sino para venderlo y sacarle frutos instantáneos.
No se puede hablar de logros mientras venden, casi sin respirar, el patrimonio natural de la nación. Inversión extranjera no es, es simple piratería patrimonial.