Nuestro país ostenta con orgullo una cifra que en América Latina compite con otros países de la región en el número y extensión de las áreas protegidas en sus diversas modalidades o categorías de manejo. Para el año 2003, el Sistema Centroamericano de Áreas Protegidas reporta en su informe regional que Panamá aporta el 9% (50) de las áreas protegidas de la región. Costa Rica ocupaba el primer lugar con 155 áreas protegidas, sin embargo, en extensión Panamá supera a este país, ubicándose en segundo lugar con un total de 2,941,386.0 hectáreas, superada solamente por Guatemala con un total de 3,197,579.0 hectáreas.
El Parque Nacional Chagres ha sido objeto de infinidad de estudios y artículos en la prensa nacional y extranjera, y otros medios, destacando sus invaluables atributos. Panamá logró su primer canje de deuda por naturaleza con el Gobierno de Estados Unidos con fundamento en los recursos de esa área protegida y es abundante la bibliografía y reseñas de todo tipo sobre el valor estratégico que representa este país y el globo.
Ya sea en la ciudad o en áreas rurales, la población no ha encontrado alternativas para el tratamiento adecuado y uso eficiente de la basura. Especial atención merece esa área, ya que cada vez más cobra importancia como destino turístico precisamente por sus múltiples atracciones. Es usual encontrar en sus dos principales accesos carreteros a turistas, especialmente aquellos interesados en los temas de ecoturismo y etno-turismo, así como turismo científico transitar hacia y desde las comunidades, con énfasis las cuatro áreas de asentamiento que tienen los indígenas emberä wounaän en las riberas del lago Alhajuela. Sin lugar a dudas esto mueve a orgullo.
El otro lado de la realidad que se vive en torno a esta dinámica, mueve a una gran vergüenza no sólo de los ciudadanos que viven en la urbe capitalina, toca a todos los panameños.
Aventúrese a entrar por uno de estos accesos a esta importante área protegida del país. Entré por La Cabima, qué decir de los pedazos de carretera que conducen desde ahí hasta Cemex (antiguo Cemento Bayano), avancé por el camino de Nuevo Caimitillo: no más de 10 minutos hasta ese impresionante espejo de agua artificial que es el lago Alhajuela, más en esta época en que todavía está rebosante del vital líquido, que contradictoriamente también nos llega vía Idaan a muchos panameños, y que representa más del 40% necesario del abastecimiento para el funcionamiento del Canal de Panamá y el abastecimiento del agua potable de los habitantes de las ciudades de Panamá y Colón.
En ese trayecto tendrá la oportunidad de ver el más impresionante y contradictorio espectáculo de orgullo y vergüenza del que podemos hacer gala los panameños; una ruta hacia lo exuberante, lo natural, la diversidad ecológica y humana, y por otro lado, un también enorme océano de basura, desperdicios y muestra de la más grande desidia ciudadana y de la ineficiente capacidad de las autoridades y sus ciudadanos de hacer frente a un problema que día a día inunda a esta y muchas de las comunidades de la ciudad de Panamá… dicen algunos "una gran ciudad".
Los esfuerzos y recursos de las administraciones municipales deben dirigirse a resolver este tipo de problemas y no a asumir responsabilidades que son inherentes por ejemplo con el IMA mediante la instalación de "ferias libres". La ciudad y zonas de tanta importancia como éstas de competencia de la municipalidad están abandonadas. Las comunidades del cordón transístmico tampoco saben qué hacer con tanta basura, qué decir de la carretera que conduce a las playas de la costa abajo de Colón.
Si "cada zapatero va a sus zapatos", se generan condiciones a los panameños y alternativas modernas y sostenibles de manejar un recurso como la basura, tendrán los indígenas, los campesinos y los afro panameños que habitan estas áreas una mayor oportunidad de obtener los beneficios de un área debe también ofrecer una mejor condición y calidad de vida para esos humildes panameños.
