Sin duda, nuestro Partido Revolucionario Democrático (PRD) ha sido el pionero entre todos los partidos en establecer procesos democráticos que nos permiten definir los cargos de elección: a lo interno (delegados, directorio nacional, Consejo Directivo Nacional o CDN, Tribunal de Honor y Disciplina, Fiscal y Comité Ejecutivo Nacional o CEN) y las primarias, que nos llevan inmediatamente a los cargos externos (representantes de corregimiento, alcalde, diputados y presidente de la República).
Este ejercicio manejado con transparencia y con respeto a las diversas corrientes ideológicas que existen dentro de un partido nos fortalece de tal manera que nos llevará a unas elecciones nacionales con las condiciones óptimas para el triunfo. En este caso en particular para las de 3 de mayo del 2009.
Sin embargo, hay quienes olvidan que un partido político es como una familia, podemos parecernos, podemos tener los mismos objetivos y metas, y en ocasiones hasta tener diferencias en cuanto al método, puesto que no todos pensamos igual. En muchas familias encontramos al tuerto, al ciego, al sordo y –como dijo don Raúl Montenegro hace unos años, cuando fungía como ministro de Gobierno y Justicia– hasta al homosexual.
En ese sentido, los forjadores del partido de Omar, creadores de nuestros estatutos, fueron sabios. Las reformas introducidas en el Congreso de 2003, mejoraron y democratizaron las reglas. Ellos crearon las condiciones para que ninguna corriente en particular dominara todos los estamentos del partido.
Por eso, en cada cargo interno de elección en el partido hay que buscar los votos de manera individual. Otro tanto sería si la elección fuera por nómina, una o dos personas invitan a varios a participar de la misma y si esta gana todos son elegidos, en pocas palabras se llevan el santo y las limosnas. Este tipo de práctica está vigente y se usa en la mayoría de los sindicatos, pero divide las estructuras internas de cualquier organización. Aunque no está vigente en el PRD, cualquier intento, aunque sea sutil, resultaría pernicioso para el partido.
La unidad del partido es tema indispensable para el triunfo, sin embargo, a veces se convierte en un estribillo de campaña para someter a unos y privilegiar a otros. Por lo tanto, vale la pena preguntarnos: ¿Cómo se combina la libertad de elegir y ser elegido, con la unidad que se requiere en toda estructura orgánica operativa? Siento que de la manera más simple: con igualdad de condiciones para todos.
Partamos de un hecho verídico y que forma parte de nuestro entorno cotidiano. Un padre tiene varios hijos. Él dice que los ama a todos por igual, que no tiene favoritismo por ninguno en especial y, por supuesto, todos los hijos hacen lo imposible por llamar la atención de su padre. Pero él, por voluntad propia, considera que todos sus favores han de ser para uno en particular. Esto puede suceder, tenga o no el hijo favorecido las actitudes y los conocimientos. Claro está que, si no los tiene, el favoritismo resulta más antipático para el resto de los hijos y del ciudadano común, puesto que este último no es ajeno a lo que pasa en su entorno.
La anterior reseña trae una cadena de frustraciones, incomodidades y hasta traumas al resto de los hijos, que no logran comprender la decisión de su padre. De hecho, todos debemos suponer el desenlace final de esta narración.
Lo anterior llevado a un partido político es catastrófico y quienes se pueden beneficiar de ese posible desastre son los de la oposición política.
Vale la pena recordar las palabras de un gran amigo quien me dijo: "La lealtad a una persona es mucho más valiosa que la capacidad o la intensidad con la que una persona desarrolle su trabajo". Después de muchos días, hoy puedo refutar esas palabras y preguntar: ¿De qué clase de lealtad me hablaba mi amigo?, la lealtad ciega en la que tú eres el único que sabes el camino y los demás estamos a ciegas. Pero además, ¿en qué momento sentiste que se laceró la lealtad? No habrá sido cuando se le coartaba a alguien el tan solo derecho a pensar, de esgrimir sus ideas o de aspirar a un cargo; ya con eso se le cataloga como el adversario o el enemigo.
Al final, ¡qué fácil es pretender castigar y qué mezquino se puede ser a la hora de premiar!
El éxito del PRD ha sido su capacidad de tolerancia y respeto a las ideas de los demás. Y que después de todo, que los mejores hombres y mujeres ocupen los cargos internos y externos, para beneficio del país, en especial de la ciudadanía.
