A partir de finales de la década de 1960, ante las presiones del pueblo, por un lado, y las exigencias del Gobierno estadounidense por democratizar América Latina de los regímenes totalitarios, Torrijos (que mantenía el control absoluto del poder, después del golpe militar en 1968) decide abrir el compás para la apertura de la formación de los partidos políticos.
De ahí se engendra en los claustros más oscuros de los cuarteles lo que podríamos denominar el seudo Partido Revolucionario Democrático, porque ni de revolucionario ni de democrático tienen nada.
La creación del poder popular fue una falacia, de los cuarteles salían las órdenes y las consignas de lo que debía hacerse en este país. Este poder no fue más que un instrumento de los militares.
Con la formación de los partidos políticos y ante la desaparición física de Torrijos –a causa de un dudoso accidente de aviación– Noriega toma el poder y convierte este país en una hacienda de su propiedad.
Con Noriega la violencia se institucionaliza, el PRD y sus más conspicuos aliados le rinden pleitesía al dictador. No se respetó la separación de los poderes del Estado, se violentó sistemáticamente la Constitución, se conculcaron las libertades y, por ende, los derechos humanos.
Con Noriega en el poder se instaura el régimen del terror, desde los cuarteles se dictan las normas, leyes y conductas que debían seguir los ciudadanos, las cárceles quedaron hacinadas, repletas de civilistas. Balbina, con pistola en mano gritaba: “civilista visto, civilista muerto”.
Noriega institucionaliza el sistema “dedocrático”, es decir, ponía y quitaba presidentes a su antojo.
El método que utilizaron los militares y sus aliados el PRD fue la confrontación, entre los que ostentaban el poder contra el pueblo, para ello crearon los Codepadis y los Batalloneros de la “indignidad”, algunos de ellos trabajan ahora, nombrados por Martín, en las instituciones públicas. Lo que significa que el pueblo no se ha liberado de aquel estigma que nos quedó como legado una época en la historia negra de este país.
Hoy en día se disfrazan de ovejas y, como si no hubiera pasado nada durante 40 años, salen a la palestra nuevamente pidiéndole cínicamente el voto al pueblo con el discurso de siempre, un programa de gobierno demagógico, el mismo programa que presentó Martín en las pasadas elecciones, y que nada de lo que prometió se cumplió.