¿Quiénes gobiernan en Panamá? Sin dudas el Presidente de la República con un grupúsculo de tecnócratas, con concepciones limitadas, que distan mucho de la doctrina y del método torrijista. Este binomio, perdido en idílicos mundos de equilibrio y armonías numéricas fiscales, arrastran al PRD hacia abismos insondables que afectarán su futuro. Martín Torrijos apostó al absurdo juego de los números. Al hacerlo cayó en la trampa de esos fundamentalistas, mostrando falta de pericia política para conducir los complejos y plurales asuntos del Estado, sin la más elemental sensibilidad política, elemento esencial para llevar las riendas del poder.
A pocos meses de dirigir la cosa pública, el presidente Torrijos ha perdido apoyo de importantes sectores populares, de la clase media y del mundo empresarial, enajenándolos con las impuestas reformas fiscales y del Seguro Social. Próximamente pues es de prever que el método y su conducta no cambiará, perderá el apoyo de la gente del campo, cuando imponga el TLC con Estados Unidos en el que favorecerá a las empresas constructoras de Jeb Bush con tratos preferenciales en las obras de expansión del Canal de Panamá. Y mientras los nuevos socios en el "joint venture" del Canal son felices por las pingües ganancias que esperan obtener en la magna obra, al mismo tiempo miles de hombres y mujeres del PRD tendrán que debatir qué hacer con la sanción pública que, desde ya, recae sobre ellos, a pesar de no haber tenido ni la más mínima participación en las impopulares medidas que Martín, sus socios y la tecnocracia toman a sus espaldas.
La militancia del PRD percibe que los discursos, las acciones y decisiones de la camarilla que gobierna seguirán mermando el soporte político y social del Gobierno. Si a ello se agrega que Martín Torrijos en su campaña electoral atacó al gobierno mireyista de "sacaplata" y que prometió solucionar el problema del Seguro Social, pero que al llegar al poder inmediatamente sacó más dinero de los bolsillos de los panameños y que la solución al problema de la Caja no fue mágica, como ilusionadamente pensaron los que se comieron el cuento electoral, tomó el camino al umbral de la ilegitimidad. Las experiencias de Ecuador y Bolivia, y el no a la Constitución europea, patentizan dramáticamente el camino que espera a quienes prometen una cosa y hacen otra.
Por ello, no es cierto que las organizaciones que luchan contra las leyes inconsultas e impuestas estén conspirando contra el orden establecido, como señalan los antiguos oficiales de inteligencia, especializados en rodar rumores y en crear cortinas de humo para enfrentar desacertadamente el furor de los gremios. Lo que realmente conspira contra ese orden es el distanciamiento que han tomado quienes se han apartado de la doctrina social del torrijismo y del método de "quien más consulta, menos se equivoca"; los que no siguen permanentemente el pulso de la opinión pública y piensan que sólo con "jingles" publicitarios la convencerán; los que no toman en consideración en sus decisiones políticas ni al Comité Ejecutivo Nacional, máximo órgano de dirección del PRD, ni al Consejo Directivo Nacional, expresión de la geografía nacional del partido, ni mucho menos a su directorio y delegados.
Lo anterior confirma, categóricamente, lo que se ha dicho en otras ocasiones: el PRD ganó las elecciones, pero no gobierna ni ejerce el poder; en otras palabras, el PRD no manda en este gobierno. Basta como ejemplo observar las protestas abiertas y silenciosas de abnegados y preparados militantes que, después de largos nueve meses de espera, sus nombramientos duermen el sueño eterno en las gavetas de los aliados de Martín; mismos que jamás salieron a buscar un solo voto para su causa. La camarilla minoritaria que se desvió de los principios, que con mentiras y engaños se hizo de la dirección del PRD y del poder político del país, son los verdaderos y únicos causantes de la actual situación de tensión y zozobra en que nos encontramos; y son ellos, y no el PRD, quienes tienen que enfrentar y pagar el precio que les son pertinentes por sus desaciertos políticos.
Si el PRD no decide ni se le toma en cuenta; si la que toma las decisiones trascendentales es la minúscula camarilla que olímpicamente le desprecia y le repugna; que sólo usaron de forma oportunista su fuerza política-electoral como vehículo para llegar al poder para resolver sus ambiciones ¿es justo que pague el partido y los cientos de miles de sus inscritos la factura de las políticas y decisiones impopulares que, además, van en contra de sus principios doctrinarios y de sus métodos? La respuesta resulta obvia.
Ya es hora, antes que sea demasiado tarde, que los cuadros pensantes del partido y sus bases comiencen a trabajar seria y unitariamente en la desvinculación del actual gobierno; que vayan preparándose en la escogencia de una nueva dirección política hoy, no en agosto del 2007, comprometida con los principios y la gente del partido. Sólo así, haciendo real oposición a las políticas erróneas e impositivas que se implementan desde arriba por personeros desconectados de la realidad política y caracterizados por el entreguismo más abyecto y vergonzoso, es que podrá preservarse el legado político del general Torrijos. Mantener la actual situación es la muerte térmica.
No es justo que un proyecto como el PRD, inspirado en los más nobles principios de justicia social y en la soberanía total del país, corra la suerte de desaparecer por las apetencias desmedidas de unos pocos, a costa de la historia de sangre, sudor y sacrificio de miles de torrijistas. ¿Por qué ha de pagar el PRD el amargo precio del rechazo de la ciudadanía, cuando no tiene vela en el entierro que ha preparado la camarilla que nos desgobierna? Ahora es cuando. Mañana será demasiado tarde.
