EL DESEO EN EL HOMBRE

Del apóstol Pablo a Schopenhauer: Teódulo Moreno Peralta

Saulo Pablo nació entre los años 5 y 10 d.C. en Tarso de Cilicia, una provincia romana ubicada en Turquía, y fue conocido como el apóstol de los gentiles. Saulo es un nombre judío que significa “invocado” (en latín se conoce como Paulus), y en él se mezclan aportes del judaísmo, el helenismo y lo romano.

No perteneció al círculo inicial de los 12 apóstoles, pero fue el autor de la expansión del cristianismo en el imperio romano. Fue hijo de hebreos, educado por Gamaliel, contempló la lapidación de Esteban, quien era un hebreo que al ser el primero en proclamar su fe en Jesucristo se le conoce como el protomártir. Paulus participó en la persecución de los que creían en Jesús de Nazaret. Camino a Damasco escuchó una voz que le dijo:

–“¿Saulo, Saulo por qué me persigues?”.

– “¿Quién eres?”, preguntó.

– “Yo soy Jesús, a quien tú persigues...”.

Ahí empezó su conversión al cristianismo. La epístola del apóstol Pablo a los romanos, capítulo 7: 7.15, señala: “Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago”. “De manera que yo no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí”. (7.17). “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. (7.19).

El apóstol al contemplarse a sí mismo descubre y expone el imperio del deseo sobre la voluntad, pero si en un hombre de su vocación sucede eso... es de esperar que en el resto de los hombres sucedería lo mismo, y al describirse, también describiría a la humanidad entera, lo que le produciría gran frustración, pues sabría que el enemigo hacia la perfección espiritual estaba tanto fuera como adentro de nuestras propias almas.

Pablo tiene el singular mérito de la honestidad, al reconocer la presencia y fuerza del mal dentro de sí mismo, porque podía ocultarlo ofreciendo así una imagen exclusivamente virtuosa. Fue doblemente honesto, primero ante sí y después ante los demás.

El filósofo Arthur Schopenhauer (1788–1860), de origen alemán, tuvo influencias del helenismo, kantismo, filósofos orientales, etc. Su filosofía se capta adecuadamente a través de estas citas: “La vida no es más que la lucha por la existencia, donde los hombres se disputan las piltrafas de una horrible presa”; “Nuestro mundo civilizado no es más que una mascarada en donde se encuentran curas, soldados, doctores, abogados, filósofos, etc., pero no son lo que representan, sino que bajo su máscara se esconden los especuladores del dinero”; “No se puede ser filósofo a sueldo”; “La voluntad es la fuerza que rige nuestras acciones, pero la misma no está en función de la razón, sino del deseo”.

Religiosos e intelectuales se sintieron incómodos con la filosofía de Schopenhauer y, generalmente, la han rechazado, pero el pensamiento de este filósofo, al margen de que nos agrade o no, hay que analizarlo con objetividad. Es clara la influencia que en él tuvo el apóstol Pablo cuando expuso la presencia de las poderosas fuerzas del deseo en el hombre.

La coincidencia de estas visiones son una clara muestra de honestidad, la primera desde el punto de vista religioso, y la segunda desde el filosófico... sin máscara alguna.

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