COSECHAS LO QUE SIEMBRAS.

Padre/madre: no cometas el error de darle el caramelo a tus hijos

Mi abuela decía que muchas veces no es al niño malcriado al que hay que reprender, sino a sus padres. Hoy veo ambas caras de esa moneda. Trabajo en una escuela secundaria, con estudiantes que a menudo muestran no haber crecido bajo estrictas normas de disciplina. A través de mi trabajo, también soy testigo de sus padres que -contrario a la conducta saludable que concluye en una educación integral para sus hijos- defienden a capa y espada conductas inaceptables de esos hijos que claramente pasan por la etapa rebelde que todos bien conocemos. Además, soy madre de dos pequeños en plena formación, por lo que vivo en carne propia los momentos en que un padre o una madre toma la difícil decisión de pararse firme y decide "no darle el caramelo".

Me explico. Mi hijo mayor tiene cuatro años, y toda vez que ve un restaurante de comida rápida -por cerca o lejos que se encuentre- asume que es mi deber llevarlo para comprar una cajita feliz, de la que solo le interesa el juguete. Tan pronto me niego a hacerlo, inicia una pataleta que puede durar diez minutos como puede arruinar una tarde completa. Lo mismo sucede cuando visitamos un establecimiento donde se vende algo de su interés, como por ejemplo un caramelo. Debido a que gira el mundo en torno a él, es de esperar que su madre le comprará exactamente lo que desee, cuando lo desee. Para mí el dilema es otro: paso gran parte del día trabajando, lejos de mi hijo -igual que su padre- por lo que se reduce el tiempo que pasamos junto a él en cada turno de 24 horas. Si es poco el tiempo que paso con mi hijo, ¿realmente quiero arruinar las horas que nos quedan juntos negándole un caramelo? Lo más fácil es siempre decir que sí (total, no es tan caro lo que pide), apaciguar su llanto al primer indicio, y pasar el resto del día celebrando el juguete de la cajita feliz o el sabor del nuevo caramelo.

Sin embargo, todos necesitamos algo a qué aspirar en la vida, incluso un niño de cuatro años. Si las cajitas felices y los caramelos -amén de aquellos tesoros que alegran el día a esa edad- vienen y van tan fácilmente como una que otra lagrimita, ¿a qué más puede aspirar un niño? Por esto no siento culpa cada vez que me niego, a pesar de las miradas de otros adultos en el establecimiento donde mi hijo haya decidido iniciar un espectáculo en busca de misericordia. Esto se traducirá en una mayor conciencia y valoración de las cosas a medida que mi hijo crezca. Los beneficios de decir que no a ese caramelo a largo plazo son incalculables. Por otro lado, el caramelo fácil tiene una tendencia para formar personas con pocas aspiraciones, que poco valoran lo que reciben y por lo tanto no trabajan para conseguirlo.

No toda la vida nuestros hijos querrán caramelos y cajitas felices. Más adelante será un permiso para ir al cine con una amistad, luego será un permiso para ir a un quinceaños o a una discoteca, ropa para lucir en esas ocasiones, dinero para salir con sus amistades, un auto para transportarse… La lista no culmina, incluso para algunos padres la lista incluye una vivienda para acomodar a la nueva familia de su hija o de su hijo. Si nosotros somos padres autosuficientes, que proveemos a nuestros hijos de las necesidades básicas y algunos lujos, nuestra mayor aspiración debe ser que nuestros hijos se conviertan en adultos autosuficientes como nosotros. Permitir que nuestros hijos se ganen fácilmente ese caramelo desde pequeños es un comienzo para que cuando mayores esperen recibir todo lo que deseen sin más que solo pedirlo.

Habrá el padre o la madre que diga que ya pasó la etapa de los caramelos y no puede dar marcha atrás porque siempre consintió a su hijo. Pero si nuestros hijos ya no están en edad de pedir caramelo, aún no es tarde. Cuando un hijo adorna su boletín con fracasos, las salidas al cine y a quinceaños no tienen sentido; esto en teoría nadie lo refuta. Sin embargo, adivino con confianza que contados serán los adolescentes con fracasos en su boletín -a punto de ser entregado en estos días- que dejarán de darse los lujos a los que aspiran. Conozco los casos de padres y madres que poco disimulan su decepción por las notas de sus hijos, expresando su ira en los pasillos del colegio. Sin embargo, estos mismos padres y madres son los que mantienen el statu quo de sus hijos (entiéndase acceso directo a internet las 24 horas, acceso ilimitado al teléfono, salidas los fines de semana, etc.), y como receta para evitar fracasos se desviven contratando tutores días antes de la semana de exámenes.

Que estamos viviendo una crisis de valores pocas personas dejan de admitir. Sin embargo, no todos admitimos que es nuestra responsabilidad restablecer esos valores que se están perdiendo en nuestra sociedad. Está en nuestras manos. Y cada vez que nuestros hijos nos piden ese caramelo, ese nuevo celular, esa camisa, esas zapatillas, ese permiso para salir… contamos con una nueva oportunidad para poner de nuestra parte. Son nuestros hijos los que mañana se comportarán de acuerdo a lo que les hayamos enseñado. Estamos sembrando Panamá, hagámoslo con dedicación.


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