IMPOSIBLE DE OLVIDAR.

Palabras prohibidas

La noticia de una denuncia ante el Tribunal Electoral, que me pareció publicable en una antología de la ridiculez, me hizo recordar el primer trabajo que tuve. Un amigo de la familia que sabía que mi inglés era aceptable me pasó el dato de la vacante y yo, recién graduada de maestra, con deseos de trabajar cuanto antes, en vez de enseñar quedé trabajando con nueve hombres, rudos y tiernos a la vez, que se convirtieron en mis ángeles guardianes.

Con algunos de ellos sigo unida por el hilo de la amistad; el recuerdo de los que ya no están de este lado, como el querido Pancho, virtuoso orfebre del torno, acude puntual cada Navidad y Año Nuevo cuando escucho la canción "Yo no olvido al Año Viejo porque me ha dejado cosas muy buenas...", que cantábamos a coro antes de despedirnos, el último día de trabajo del año. Imposible de olvidar, otro de mis compañeros, gran discutidor de las palabras; nunca aceptó que lo correcto era decir "sanguinario", no "sangrinario", pues si la palabra venía de sangre ¿por qué no iba a ser correcta? Que "lagrimógenos", por derivar de lágrimas no podía ser lacrimógenos; también entraba en discusión carnecería (de carne) y otras; según él, todos éramos dueños de las letras y las palabras así que él las podía acomodar como mejor creía y zanjaba las discusiones con: "esa es mi palabra y así se queda y yapayá".

El caso es que a falta de mejor oficio, llegó al Tribunal Electoral este señor (de cuyo nombre no quiero acordarme), incansable y veterano perseguidor de cámaras y micrófonos, a denunciar que una empresa de electricidad usa recursos del Estado para favorecer el proyecto de ampliación del Canal; que la empresa ha publicado anuncios en los diarios en los que "utilizan los mismos conceptos usados en las campañas de las personas, instituciones y grupos que promueven el Sí en el referendo". ¡Ahora sí llegamos adonde íbamos! Esta última palabra, íbamos, era otra que mi compañero rechazaba; decía que si los que iban era nos-otros, clarito como el agua: "íbanos".

La diferencia entre aquel espadachín de la palabra y el denunciante, es que discutir ocurrencias lingüísticas con aquel compañero era la mar de entretenido. Algo que no imagino en un intercambio con el otro señor. Las palabras son hijas de las letras que se matrimonian entre sí para crearlas, y son absolutamente indispensables para comunicarnos, escribir, emitir o formar conceptos. Mi humilde y nada "sangrinario" amigo, tomaba rumbo con sus palabras sin pensar en llevar las nuestras ante la justicia. Si le seguimos la corriente al denunciante, se prohibirían oficialmente ciertas palabras mediante un Index Prohibitorum de palabras, copiado del Index Librorum Prohibitorum (Índice de libros prohibidos), creado en el año 1559 por la Sagrada Inquisición de la Iglesia Católica. Este Index contenía nombres de autores cuyas obras estaban prohibidas en su totalidad, obras aisladas de otros autores, o anónimas, y también capítulos, páginas o líneas que debían ser cortados o tachados por perniciosos a la fe.

Dice así el anuncio (La Prensa 10/9/06) denunciado: "Energía para avanzar. Los panameños somos emprendedores, miramos el futuro con optimismo y tomamos las decisiones correctas que el país necesita. Decidamos ampliar nuestras posibilidades. Ayúdanos a construir un Panamá mejor". Lo de energía para avanzar, ¡se cae de su peso!: la energía eléctrica es el negocio de la empresa denunciada. "Ayúdanos a construir un Panamá mejor" es expresión tan trillada que mejor ni tomarla en cuenta. Si de ahora hasta el 22 de octubre, para no irritar al denunciante, evitamos las palabras en el anuncio, habrá que exprimirse el cerebro para no despertar suspicacias.

Si dicen, "Optemos por agrandar..." no, no porque suena a ampliación. "Tomemos la opción de hacer crecer". No, tampoco; crecer y ampliar son primas hermanas. Que somos "emprendedores y optimistas", es cierto aunque lo nieguen el denunciante y las polillas roedoras de autoestima. ¿Y cómo decirlo? ¿Felicianos y busca-la-vida? ¿Esperanzados y acometedores? Es absurdo y exagerado que alguien, por andar con las mechas siempre paradas, pida enjaular las palabras o los conceptos parecidos a los utilizados en la divulgación del proyecto de ampliación del Canal, o en la publicidad para promover el "Sí", (que también se usan para el "No"). El político de cuyo nombre no quiero acordarme, protesta por todo lo que no le molestaba antes, cuando no estaba en la oposición. Conducta usual en el tintibajo de los malos políticos: patalean cuando están abajo, callan cuando están arriba.

Es cierto que en la junta directiva de la empresa eléctrica hay, por ley, ministros de Estado. El gancho verde al lado del "decidamos" podría no ser pura casualidad sino un ganchito bien "craneado". Así y todo, hila muy delgado el denunciante. ¿Pretenderá, también, que se prohíba el color verde en todos los anuncios? Lo que menos debería importar en este escrito es el nombre del denunciante. Lo que quise resaltar aquí es cómo hay quienes trivializan el debate sobre la que es, tal vez, la decisión más importante sobre nuestro Canal; cómo para hacerse notar se convierten en portaestandartes de argumentos banales a falta de argumentos de peso. "El secreto de no hacerse fastidioso consiste en saber cuándo detenerse", dijo Voltaire, filósofo y escritor francés.


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