80 libras de queso parmesano, 40 libras de salmón, 200 barras de pan, mil 200 turroncitos de Alicante y Jijona... casi suena como la lista de lo consumido en uno de esos famosos banquetes de la antigüedad, de aquellos que Petronio describió en su Satyricon, en el primer siglo d.C. Pero no: se trata simplemente de lo que más de 15 mil personas (sí, casi me voy de espalda cuando supe la cifra) tuvieron la oportunidad de degustar en los cuatro días de la Quinta Feria Internacional de Vinos, Alimentos y Delicatessen (Expovino), que tuvo lugar dentro del marco de Bello Hogar en el Centro de Convenciones Atlapa el fin de semana pasado. Tomemos en cuenta que los cuatro chefs del Vinoclub, Ciniglio, Masoliver, Diggelman y Finet, son, primeramente, chefs, y también les ha de interesar promover el aspecto de la buena mesa.
Además de las catas y conferencias que giraron en torno al vino y el gran número de casas representantes de todo el mundo, un aspecto importante de la muestra fue el de la cocina, donde varios chefs locales hicieron alarde de sus destrezas. Presencié una clase de repostería conducida por la chef Elena Hernández de la Academia de Artes Culinarias y Etiqueta, una clase de sushi a cargo del chef Matsufuji del restaurante Matsuei y tuve la oportunidad de saborear un extraordinario risotto de hongos de la chef Mónica Eugui, antiguamente del restaurante Tantras y que ahora se dedica a eventos, catering y asesoría en su nueva compañía, The Food Factory.
La exhibición que montó Deli Gourmet estuvo fabulosa, aunque por asuntos de logística no estuvieron vendiendo sus productos. Sin embargo, como catadora extraoficial sí tuve la oportunidad de probar unos patés de hígado de pato que estuvieron absolutamente maravillosos y que tengo entendido venden a 15 dólares la libra. Los valen. También ocupan un lugar alto en mi lista de deleites los marrons glacés (castañas confitadas) y los chocolates belgas Guylian, cuyas coquetísimas formas de conchas marinas esconden un centro totalmente decadente de praliné de chocolate con nueces.
Al otro lado del pasillo, Niels Pedersen estuvo obsequiando muestras de los productos que importa la compañía. Según Peter Pedersen, se consumieron 38 libras de salmón ahumado, amén de una cantidad ciclópea de queso: 50 libras de emmenthal, 45 libras de edam y una enorme rueda de 80 libras de queso parmigiano reggiano auténtico que venden en los mejores supermercados y tiendas gourmet. De todos los productos que probé en la feria este es, para mí, el más importante, ya que una despensa sin un buen parmesano es como un día sin sol y, francamente, eso que venden en tarros no se puede comparar a una cuña fragante y firme de parmesano rayado sobre un plato humeante de pasta.
Otro de los placeres de la mesa, un buen café espresso, es lo primero que se veía al pasar a la sección de Expovino, ya que el primer puesto, justo a la entrada, lo ocupaban las cafeteras italianas que importa Paola Zerbinatti. Y más adentro, Café Durán hizo alarde de su posición como líder del mercado con un pabellón enoooorme donde se vendieron 2 mil 700 tazas de café (con derecho a relleno gratis) y más de mil frappés. Me gustaría ver, el año que viene, más participantes, ya que fue conspicua la ausencia de productores como Berard y Kiener, por ejemplo y aunque en el kiosco de Motta se estuvo ofreciendo el pixvae en conserva, faltaron los palmitos que cultiva Marcela Arias en Capira. Pero siempre está el año que viene.
Vea Marcelino....
