Mary Wollstonecraft, autora de la famosa novela de ciencia ficción Frankenstein, narra la proeza de un joven científico, Víctor Frankenstein, el cual comienza a realizar una serie de experimentos, creando un cuerpo a partir de la unión de distintas partes de cadáveres diseccionados. Luego de conseguir con éxito la creación del engendro, comprende, en ese momento, el horror que ha creado; rechaza con espanto el resultado de su experimento y huye de su laboratorio.
Traigo esta novela a colación, para centrarnos en el Panamá que se ha construido a partir del periodo pos invasión, ya que a partir de esta época es donde se reinstaura “la democracia”, con una serie de injertos y desaciertos para la formación de un ciudadano comprometido con la realidad nacional, independiente en su forma de pensar y, sobre todo, leal a la Nación.
En vez de esto, se crea una sociedad Frankenstein que anhelaba ser feliz, pero que rechaza tajantemente su aspecto: su cultura prefiere lo foráneo en vez de lo autóctono; sus gobernantes, con poca identidad nacional, enfocados más bien en los intereses personales y la de sus partidos políticos; nuestros jóvenes con poca capacidad de análisis, familias sin autoridad para con su prole, desaciertos del Estado y una serie de factores que han hecho de esta Nación un monstruo al que le tememos; esto debido a los altos grados de corrupción, de violencia, de desempleo, la poca visión de país que se tiene, entre otros.
Pareciera que nada cambiará la catástrofe a la que hemos llevado a nuestro país en el aspecto sociocultural, por más que se nos brinde información pueril sobre el avance económico, comparándolos con otras naciones del hemisferio, pero no dejamos de pensar que nuestra situación es caótica.
Muchos pensadores optimistas hablarán de un lapso de, por lo menos, más de cien años para tratar de corregir esta vorágine de una subcultura chabacana –que no logra identificarse con el “ser panameño”– apoderándose de nuestra juventud, que no ve la salida, porque las personas que estamos encargadas de brindarle luces, estamos sumergidos en la oscuridad (consumismo exacerbado, una cultura sin identidad y gobiernos de turno que buscan sus intereses con eslóganes populares que no reflejan la realidad para la que fueron elegidos. “Ahora le toca al pueblo”).
Aunque pareciera lúgubre nuestro futuro como Nación, estamos a tiempo de construir el Panamá que todos queremos, con gobiernos incorruptibles, una sociedad educada y con cultura, con niños y jóvenes dedicados al deporte y al estudio, con familias balanceadas, etc. La pregunta de oro es ¿cómo se logra esto? La respuesta es sencilla, con una voluntad inquebrantable de querer ser mejores, con una buena disposición de las autoridades de turno y, sobre todo, con el compromiso que tenemos con las nuevas generaciones de brindarles una sociedad más justa y mejor de la que tenemos.