Están acercándose las elecciones y, ya, antes de ellas, aparecieron los profetas catastróficos con sus augurios de calamidades, suspensión de los comicios y de derramamiento de sangre. Ojalá la sangre que se piensa derramar la donasen a los hospitales, antes de malgastarla.
Empero, ¿por qué estas profecías que siempre hacen los mismos personajes cada cinco años? Porque su tarea es hacernos creer, a los mortales ordinarios, que no somos profetas y no creemos en ellas, que todo va mal. Aunque, si lo miramos bien, tienen razón, porque les va mal a ellos y, por otro lado, no nos quieren dar tiempo a que pensemos por nosotros mismos cómo son las cosas en realidad. No les conviene que aprendamos a pensar y decidir, porque les puede ir peor.
En nuestro país no se enseña a pensar para decidir y escoger, a la hora en que deba hacerse, a los candidatos apropiados, y no necesariamente por la propaganda política. Lo que pensamos y decimos ya ha sido pensado e instilado por los medios, de forma que decimos y pensamos lo que quieren estos. Las decisiones han sido tomadas por otros, no por nosotros.
Ya no podemos decir como Descartes en su tiempo: “pienso, luego existo”, ahora decimos “existo, porque pienso lo que los medios y los demás me dicen lo que debo pensar”.
Le tengo respeto a la Iglesia católica, tanto como a las otras, no obstante, creo que en lugar de insistir en la firma de pactos éticos para asegurar que los políticos no se vayan a agredir entre ellos, lo cual me ha demostrado que no funciona, debiera utilizar todo su tiempo, su gran prestigio y el respeto que le tiene el pueblo en enseñar a los panameños a pensar, a reflexionar, a filosofar, que tanta falta nos hace, para entonces conocer, adquirir y aplicar la ética para aprender a convivir sin necesidad de firmar ningún documento.
Si prestamos atención a los insulsos discursos de presentación de los candidatos, podremos darnos cuenta de que, además de hablar muy mal el idioma y querer darle un viso de popular, caen en lo ridículo y encima de todo, cuando hablan de educación lo hacen de manera superficial y solo mencionan inversión en dinero, en becas e infraestructuras, empero la educación que se necesita en Panamá es de otra naturaleza. Es una educación cuestionadora, de pensamiento crítico, reflexiva; una educación que luche por los derechos humanos, y ya cese de ser destructiva y derribadora de valores y se transforme en una de cultura de paz.
Pienso que se debe comenzar, desde ya, tales enseñanzas en la que deben participar instituciones serias en ayuda al Ministerio de Educación, y si fuera posible, tratar de involucrar a los medios de comunicación serios en esta tarea.
La Unesco publicó no hace mucho un libro cuyo título es La Filosofía una escuela de la libertad, en el que precisamente insta a los Estados a comenzar a enseñar filosofía desde la infancia para que los niños aprendan a discernir por sí mismos y lleguen a ser los ciudadanos éticos que todos deseamos. No he escuchado que en Panamá las autoridades se hayan enterado de este movimiento mundial.
Cuando los panameños aprendamos a decidir por nosotros mismos, desaparecerán los magos, augures, arúspices, astrólogos y otros personajes parecidos. Quedarán cesantes y su dilema es que tendrán que conseguir otro empleo y a lo mejor no están preparados para ello. Ojalá esto suceda.
Tampoco se debe esperar otros cinco años para tomar acción sobre esta educación, como dice un candidato que cuando él suba al poder todo cambiará, sin embargo, hoy en día no contribuye con ninguna idea. ¡Qué lástima!
