Las incoherencias de la política exterior panameña nos han llevado a atender prioridades de potencias mundiales y dejar a un lado los intereses nacionales. Ejemplo de esta afirmación se encarna en el funesto proyecto PRD-Estados Unidos, de la instalación del Centro Multilateral Contra las Drogas, en 1997, y el establecimiento de 11 bases aeronavales para la supuesta lucha contra el narcotráfico por el gobierno actual. Proyectos con aroma y sabor a Washington. Mientras que la ciudadanía es presa cotidiana de la criminalidad.
Aunque incomode, le recuerdo a nuestro presidente y vicepresidente que aún hay miles de hectáreas contaminadas con municiones vivas y explosivos sin detonar, responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos. Igualmente, restos de armas químicas y radiactivas en isla San José y otros puntos del país. En esta dirección, el periodista Arnulfo Barroso reportó: “Estados Unidos efectuó durante 40 años un programa ‘activo’ de armas químicas, entre ellas, gas mostaza en al menos siete bases militares en Panamá, cuyo potencial letal pudiera estar vigente durante décadas”. Ver más en http://www.ambiente-ecologico.com/revist51/pastor51.htm.
Semejante realidad no puede seguir siendo ocultada e invisibilizada. Ningún gobierno de la “transición democrática”, entre 1989 y 2009, ha legislado a favor de los 30 panameños muertos a causa de estos explosivos durante las últimas décadas. Menos se ha hecho lo requerido en las instancias internacionales para obligar a los estadounidenses a resarcir a nuestros connacionales por los daños sufridos y para limpiar adecuadamente estos sitios, causantes de pérdidas millonarias al erario público, al ser excluidas de todo proyecto de desarrollo por su condición de áreas restringidas.
Es hora de hacer realidad los eslóganes de campañas electorales de las élites políticas: “El pueblo al poder”, “Por un cambio”, “Sí se puede” y “Con los zapatos del pueblo”; y reivindicar a los miles de afectados por la invasión a Panamá del 20 de diciembre de 1989. Víctimas que ni siquiera han recibido reconocimiento del Estado, como una fórmula de mantener el velo sobre la verdad de lo acontecido y encubrir a los responsables.
Es el momento, presidente Ricardo Martinelli, de revertir a nuestro favor la célebre afirmación: “Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses”, de John Foster Dulles, secretario de Estado de Dwight Eisenhower, en la década de 1950, y delinear una política exterior al servicio de los intereses nacionales y no a las políticas estratégicas globales y regionales del país de barras y estrellas. Pretensiones que pueden vulnerar la condición de neutralidad del Canal, nuestra paz y seguridad nacional. Panamá es un país pacífico. No permitamos que nos involucren en aventuras militaristas, enseñadas en la Escuela de las Américas, que tanto luto y dolor han dejado en toda América Latina.
