Para aquellos historiadores que escribieron nuestros primeros textos, a quienes les llaman románticos, el acontecimiento histórico que más relevancia tiene en este centenario es nuestra separación de Colombia, con la cual se crea la República de Panamá, que entra en el concierto de las naciones libres y soberanas del mundo.
Estos autores, Ernesto J. Castillero, Juan B. Sosa, Enrique Juan Arce, Bonifacio Pereira y otros, expresaron su admiración y reconocimiento por la labor de los próceres: Manuel Amador Guerrero, Manuel Espinosa Batista, Nicanor A. De Obarrio y Carlos C. Arosemena, quienes integraron el Movimiento Separatista, y José Agustín Arango, Tomás Arias y Federico Boyd, quienes forman parte de la Junta Provisional de Gobierno, en noviembre de 1903.
Si bien reconocen la participación de Estados Unidos en los acontecimientos, debido a su interés en la construcción de un canal interoceánico, exaltan la vocación de nacionalidad y deseos de separación de estos istmeños.
No obstante, la nueva generación de historiadores Olmedo Beluche, Ovidio Díaz Espino y Rommel Escarreola, entre otros rechaza esta tesis, ya que a través de sus investigaciones llegan a concluir que la República fue realmente producto del interés de Estados Unidos y de la oligarquía criolla.
Es más, Beluche concluye en que el verdadero movimiento nacionalista lo han protagonizado actores de extracción popular en una lucha de generaciones y no los próceres de 1903, quienes defendían un interés puramente económico y no nacionalista.
Para el ex canciller y ex negociador de los tratados canaleros Carlos Alfredo López Guevara, el acontecimiento más importante del centenario de la República es la firma de los Tratados TorrijosCarter.
A juicio de López Guevara, este acontecimiento culmina las luchas generacionales promovidas por los panameños para lograr una real independencia y soberanía; perfecciona nuestra identidad como nación y elimina la presencia colonial de Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de que la figura de Omar Torrijos Herrera ingresa a la historia al ponérsele fecha de cumpleaños a la presencia de Estados Unidos en el istmo, el historiador y catedrático universitario Ornel Urriola estima que ese pacto no nos libró de una nueva forma de colonialismo.
Sostiene que si bien los Tratados de 1977 fueron un peldaño para lograr nuestra soberanía, ya que eliminaron la presencia militar en el territorio, nos ha dejado para las futuras generaciones un Tratado de Neutralidad por medio del cual Estados Unidos tienen la puerta abierta para seguir interviniéndonos.
Según Urriola, la cláusula de perpetuidad que venció el 31 de diciembre de 1999, se restauró con este Tratado de Neutralidad.
La tesis de los nuevos historiadores ya la habían planteado al inicio de la República otros compatriotas, quienes expresaron su descontento con la separación por las consecuencias que ello traería consigo. Entre ellos, Oscar Terán, Juan B. Pérez y Soto y el que más tarde sería tres veces presidente, Belisario Porras, quienes, entre otros criterios, expresaban que Panamá no era más que una creación del Coloso del Norte; que los grandes intereses económicos y comerciales habían promovido esa separación; y que el peligro futuro que se cernía tras esta ruptura era que nos convertiría en protectorado norteamericano.
No obstante, otros autores, como el fallecido Diógenes De La Rosa y el sociólogo Miguel Angel Sánchez, son menos radicales y sí más conciliadores. Sostienen que independientemente de la injerencia de Washington en las acciones de los revolucionarios y de su interés por construir el Canal, los panameños, no solo los capitalinos sino también los de provincia, habían dado muestras de su vocación separatista. En esto se remontan a los movimientos emancipadores de 1830, 1831, 1840, 1841, el Estado Federal de 1855 a 1885 y los Cabildos de David y Santiago en 1861.
